El Rey reivindica «el respeto» de la Transición frente al «momento actual de fuerte crispación»
Subraya el papel «vertebrador» de Juan Carlos I «en el camino hacia la democracia». Solo PSOE y PP acuden a la conmemoración del 50 aniversario de la Monarquía, bajo la convulsión de la histórica condena al fiscal general
La conmemoración hoy del 50 aniversario de la restauración de la Monarquía en España tras la muerte del dictador Francisco Franco se ha visto entreverada ... por la convulsión política desatada este jueves por la insólita condena al fiscal general del Estado por revelación de datos reservados del novio de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. En el solemne acto organizado en el Palacio Real estuvieron presentes las principales autoridades del país, entre ellas el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la máxima responsable del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, Isabel Perelló, en una ceremonia donde tan relevantes como las presencias fueron las ausencias: la de quien asumió la jefatura del Estado hace medio siglo, Juan Carlos I, y la de todo el arco parlamentario, a derecha e izquierda, salvo los dos grandes partidos del país, el PSOE y el PP. Ante los presentes, el Rey hizo un canto al «respeto» entre diferentes que permitió levantar la Transición por contraste con «el momento actual de fuerte crispación».
Felipe VI aprovechó la cita con la historia para subrayar la firme voluntad de la Corona, representada por su padre –hoy alejado del país en Abu Dabi–, «a abrir en nuestro país el camino hacia la democracia». El monarca quiso poner en valor el papel activo y «vertebrador» de la institución que «integró» a todos los españoles en un momento determinante, que les instó a actuar con «generosidad» y «altura de miras» y que permitió instaurar un sistema democrático «con libertades reconocidas y pluralidad ideológica».
Bajo la atenta mirada de la princesa de Asturias, símbolo de la continuidad monárquica, don Felipe admitió que la Transición «no fue perfecta». Fue un proceso «incierto, con riesgos y abierto en sus resultados», en el que cada paso estuvo precedido por conversaciones, pactos y concesiones desde el «respeto mutuo». Un «gesto político revolucionario», en su opinión, que demostró que las grandes transformaciones nacionales pueden hacerse desde el «acuerdo» y la «confianza». Y aunque el monarca admitió que la Transición fue perfectible, sí cree que en las circunstancias del momento «se hizo lo correcto», priorizando «la reconciliación y la estabilidad» y la creación de un marco común tan crucial como la Constitución de 1978.
Ante un centenar de invitados, entre los que estaban representados los poderes del Estado –Álvaro García Ortiz se borró del acto solemne tras su inhabilitación–, y con el presidente y el jefe de la oposición separados apenas por unos metros, el Rey apeló al entendimiento que marcó esa época como fórmula contra la «crispación» actual. Cree que el espíritu de la Transición puede servir de ejemplo: «la palabra frente al grito, el respeto frente al desprecio o la búsqueda del acuerdo frente a la imposición».
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«Fue un acto de diálogo y moderación, donde la prioridad nunca fue la victoria ideológica, sino el pacto y la convivencia', concluyó Felipe VI, que elogió la Carta Magna porque fue y sigue siendo «el mejor legado de aquella generación», que consagró la monarquía parlamentaria y articuló «un sistema democrático plural y estable». Lo hizo bajo la atenta mirada de los dos padres constituyentes aún vivos, Miquel Roca y Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, a los que impuso la insignia del Toisón de Oro, la máxima condecoración que otorga la Corona, junto al expresidente del Gobierno, Felipe González, y su madre, a la reina Sofía, de quién destacó su «servicio ejemplar» en estas cinco décadas a España y a la Corona y por el apoyo que brindó a Juan Carlos I en la Transición.
Al servicio del Congreso
Tras la ceremonia en el Palacio Real, el monarca acompañado de doña Letizia y sus hijas puso rumbo al Congreso para asistir al coloquio '50 años después: la Corona en el tránsito a la democracia' celebrado en la sala Constitucional con la presidenta de la Cámara, Francina Armengol, como maestra de ceremonias ante una amplia representación institucional pero con destacadas ausencias. Ni el presidente del Gobierno, que declinó su asistencia por viajar a Sudáfrica con motivo de la cumbre del G-20, ni ninguno de sus aliados parlamentarios, ni tampoco ningún representante de Vox.
Sí estuvo presente el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, que se sentó junto al ministro de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños, quien la víspera cuestionó la sentencia del Supremo contra el fiscal general, que el Gobierno «acata» pero que «no comparte, y quien ayer se saludó en la Cámara baja con su presidenta, Isabel Perelló.
El Rey aprovechó su visita al Congreso, escenario donde se celebró la proclamación de su padre Juan Carlos I hace cinco décadas y la suya en 2014, para renovar su compromiso con la España democrática y asegurar que la Corona estará «siempre a su servicio». La Cámara baja, señaló, da «forma» a los derechos y libertades, al Estado de derecho, a la «idea misma de ciudadanía». Con la «pluralidad», con el «contraste de ideas», con el «debate, a veces bronco y acalorado», se ha construido, insistió Felipe VI, el «gran edificio de la democracia española».
En su segundo discurso del día, el jefe del Estado quiso honrar al icónico Palacio de la Carrera de San Jerónimo, que mantiene aún las «marcas visibles de los que intentaron descarrilar» el proyecto de la democracia, en referencia la intento de golpe de Estado del 23-F. De todas las «enseñanzas» que contiene el Congreso, la «más importante», concluyó Felipe VI, es que la «España democrática, antes incluso que un país, un pueblo o un territorio, es una idea». «Una idea a la que merece la pena –remarcó– entregar todos y cada uno de los días de la propia vida.
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