Compra de regalos en un centro comercial. Alberto Mingueza

Regalos

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Hacer un regalo fallido —y en el momento de la entrega se percibe si lo ha sido— es como recibir el impacto de un bumerán tras haberlo lanzado

Eduardo Roldán

Valladolid

Miércoles, 5 de enero 2022, 07:57

Quien regala se regala. El problema es acertar. Hacer un regalo fallido —y en el momento de la entrega se percibe si lo ha sido— ... es como recibir el impacto de un bumerán tras haberlo lanzado. Y el dolor del impacto se agrava si el regalado finge le ha gustado o lo tolera sin ganas, por esa errónea y asentada creencia de que el cambio del regalo va a ofender al donante. Pero ofende más una aceptación tibia y envarada que un rechazo o un cambio, porque con la aceptación te están llamando ciego y sordo, insensible.

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Solo que por el escalofrío del acierto seguimos insistiendo en el riesgo. Escalofrío más encendido cuando el regalado y acertado un niño, aunque, por lo general, menos duradero que cuando un adulto; a los niños los desbordan a regalos —en ocasiones, casi literalmente los entierran en ellos—, y el escalofrío personal de inmediato es desplazado por otro (y este a su vez, y etcéteEn estas fechas, junto con la fiebre adquisitiva, no dejan, parejas, de alzarse voces contra ella: la Navidad ha degenerado en una excusa para el consumo, y el consumo en una forma de la rutina que ya ni se disfruta. Cabe preguntarse qué fiesta no es una fiesta para el consumo, en este capitalismo globalizado que nos permea, capaz de ir enganchando una fiesta o excusa con otra con la soltura y la fiabilidad de un retratista de playa. No importa el motivo, el capitalismo es capaz de dotarle de un brillo que nos lo hace irresistible, o difícilmente, aun cuando, si se analiza con un poco de distancia, nos debería ser por completo ajeno, indiferente.

Dicho lo cual, no deja de hacer ilusión que en ciertos días se acuerden de uno con un detalle.

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