Alumnos haciendo uso del movil en la hora de recreo. Nacho García
Inconsciencias

El mapa del miedo no enseña el camino

«Sin darnos cuenta, estamos enseñando a nuestros hijos que solo están seguros si alguien los vigila y que la libertad da miedo»

Viernes, 17 de octubre 2025, 07:21

Mira, Paco, ya ha salido la niña del instituto. Ahí está, mirando el reloj a ver si hemos visto que ya está fuera. Qué obediente...

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Los nuevos patios del colegio son mapas interactivos donde los padres rastrean puntos azules como si fueran controladores aéreos. En unos años hasta podrían ejercer de VAR en las pachangas de los de tercero. Sin darnos cuenta, estamos enseñando a nuestros hijos que solo están seguros si alguien los vigila y que la libertad da miedo.

Antes íbamos medio Valladolid a Las Delicias en bus, a la Escuela de Idiomas, y no se extraviaba ni un chaval. Ahora son adolescentes sin la experiencia de perderse, a los que les estamos robando la emoción de volver a casa por otro camino. Desde pequeños aprenden a depender de la conexión constante, como si la autonomía fuera un fallo de cobertura.

Y en nosotros, Paco, lo mismo: padres incapaces de soltar porque hemos olvidado cómo confiar. Les damos tecnología para liberarnos del miedo y solo logramos amplificarlo.

Vale, si tienes un hijo que te da mil problemas, lógico que le geolocalices y hasta le hurgues en la habitación. Pero, seamos sinceros, los que delinquen de verdad son los primeros que desactivan la ubicación. Más operativo lo de registrar la habitación, como toda la vida.

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Curioso: en los 80 la tasa de homicidios en España era casi el doble que hoy –1,2 frente a 0,69 por cada 100.000 habitantes– y, sin embargo, los padres dormían más tranquilos. Ahora tenemos más información... y menos fe.

Pero parece que algo se mueve: quizá haya esperanza. Cada vez los padres dan el móvil más tarde a sus hijos. Según el INE, en 2023 el 79 % de los niños de entre 10 y 15 años tenía smartphone en Castilla y León; hoy solo el 65 %.

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Ojalá un día podamos borrar el punto azul del mapa y permitirles que caminen. No porque dejemos de tener miedo, sino porque aprendamos –ellos y nosotros– a convivir con él.

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