José Ibarrola

El paraíso perdido

Después de las palabras ·

«Respetemos el terreno inviolado, no perturbemos lo que la eternidad evolutiva ha instaurado»

Juan Villacorta

Valladolid

Lunes, 27 de septiembre 2021, 07:14

La obsesión somática del volcán como dictador del acontecer humano. El paraíso de la isla bonita no es un lugar determinado inmune al fuego de ... los dioses de la naturaleza. Las imágenes de la vida cosificada crecen y se superponen en un carnaval frenético e imparable de lava, ceniza y desesperación.

Publicidad

El camino de sangre basáltica es un sendero erizado de obstáculos en cuyo horizonte se atisba el mar, como un sombrío valle de lágrimas. La esperanza de la tragedia nace en el presente, la esperanza es una constante en nuestras vidas y su frustración no logrará separarnos de ella, aunque sea una desesperanza en el sentido más literal, mientras el país y sus instituciones no ayuden al paraíso perdido.

La idea del paraíso ocupa la mente de las gentes como un lugar donde será feliz para siempre. La trampa es la palabra 'siempre', el paraíso de la isla bonita nació como el de las islas volcánicas gracias a los volcanes, y no puede ser eterno. El nacimiento y la destrucción, así es el oficio de la Naturaleza.

Si fuera eterno e inmutable, tal vez dejaría de ser paraíso. Es la lucha permanente de trabajar por el paraíso y la inseguridad eterna de perderlo lo que justifica la valía de nuestras vidas.

Paraísos que no fueron creados para nadie en especial, que permanecen sin más en la naturaleza. Islas habitadas, vergeles solitarios que renuevan el milagro de la vida. Respetemos el terreno inviolado, no perturbemos lo que la eternidad evolutiva ha instaurado.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3€ primer mes

Publicidad