Pabellón 6
CRÓNICA DEL MANICOMIO ·
«El mayor inconveniente para el ejercicio de una psiquiatría comprometida con la libertad y respetuosa con la inteligencia de los locos es su seguro enfrentamiento con los compañeros y la sociedad»En 1892, Antón Chéjov escribió 'Pabellón 6'. Este texto, a caballo entre el cuento y la novela corta, figura entre el puñado de obras escogidas ... que distintos literatos han dedicado a la locura. Se alza a la misma altura que 'Lenz' de Büchner, 'La Carta de Lord Chandos' de Hoffmannsthal o 'El alienista' de Machado de Assis. Obras, todas ellas, que nos hablan con gran naturalidad y riqueza de la experiencia de la enajenación y de los tratamientos que recibe.
En el cuento de Chéjov se dan cita dos argumentos narrativos que revelan sendas curiosidades de la psiquiatría: la vida diaria de los manicomios y la figura inestable del psiquiatra. Respecto a la primera, al recorrer la descripción de las salas, los personajes internados y el carácter de los cuidadores, tal y como los expone el autor, me siento transportado fácilmente a las galerías que conocí, a comienzo de los setenta, en el antiguo manicomio de Valladolid –hoy Consejería de Cultura–. Al margen de alguna crueldad innecesaria que describe el relato de Chéjov, la semejanza entre ambos ambientes va más allá de cualquier intento de comparación. En aquellos tiempos y sobre aquellas causas comunes, setenta y cinco años de diferencia no eran nada. Quizá la diferencia principal, por encima de las que la cultura entraña, entre la Rusia imperial y la España totalitaria, era que el cuidado de los pacientes en nuestra ciudad estaba encomendado a un colectivo de religiosas, entre las cuales, doy fe de ello, las había buenas, menos buenas, malas y muy malas. Como, por otra parte, cabe esperar de cualquier grupo humano.
El otro argumento del cuento es la misión del psiquiatra que ejerce de director, pues profesa su oficio, como era de esperar, sin ninguna preocupación especial por el destino de las personas a su cargo ni por las condiciones de su encierro. Sin embargo, permanece en su puesto, bajo la indiferencia general, hasta que se interesa vivamente por un sujeto internado, inteligente y sensible, diagnosticado de manía persecutoria, con el que llega a establecer una relación de amistad. A raíz de este hecho, no son las indignantes condiciones de abandono y mal trato los que llaman la atención de las autoridades y enervan a su colega de profesión. Es la ocurrencia de establecer relación intelectual con un loco lo que, entendido como una intolerable transgresión, hace que se ponga en duda su razón y se le interne en el propio hospital junto a su enfermo. Una parábola que guarda un estrecho paralelismo con la actualidad. La experiencia nos advierte que el mayor inconveniente para el ejercicio de una psiquiatría comprometida con la libertad y respetuosa con la inteligencia de los locos, es su seguro enfrentamiento con los compañeros y la sociedad.
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