Olivia
La Canaleja ·
«Todos los animales cuidan de sus crías», me dijo mi hija, también de nombre Olivia
Paseaba Jiménez Lozano por la vieja redacción de este diario en Duque de la Victoria cuando se sentó junto a mí para entablar conversación, que ... era su gran vicio. Me preguntó qué hacía. «La página de sucesos nacionales», respondí algo ruborizado como contesta, al menos entonces, un joven aspirante a un veterano director de periódico. «Oh, la página de los horrores», dijo mientras alargaba la conversación de la que no recuerdo más. Desde aquel día de hace muchas lunas interiorice esa definición de quien años después fue Premio Cervantes. Y no leo los sucesos salvo por exigencia del guion profesional en esta casa.
Pero esta vez no he podido resistirme, con el asesinato de la pequeña Olivia. Por el segovianismo que me acompaña desde hace más de dos decenios y, aunque parezca un vínculo nimio con el asunto, porque también tengo una hija que se llama Olivia. Ella, segovianita de nacimiento, gaditanita en los últimos tiempos y ahora 'granaína' por cosas de estudios, me llamó para contarme lo impresionada que estaba y decirme que cómo puede ser, «que todos los animales cuidan de sus crías». «Hasta las hienas», acerté a decir, para luego recodar cuando tenía seis años y era una princesita, mientras su hermana melliza era una pirata fiel seguidora de Jack Sparrow. «Me he acordado de ti y que siempre nos has dicho que defendamos nuestras ideas sobre las mujeres, pero que sepamos que los hombres en una separación estáis en inferioridad», me espetó, a lo que contesté con un cambio de tema.
Luego he pensado en Eugenio, el padre de la niña Olivia, en su calvario de veintiocho cruces de impunes denuncias falsas, en su aplomo ante el horror final y en que han borrado la presencia de su hija, pero no su recuerdo.
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