El tren siempre lleno
«¿Por qué fomenta España el turismo barato y rápido? ¿Dónde queda la sostenibilidad, la igualdad y la solidaridad entre territorios?»
El tren seguía lleno cuando pasamos Zamora. Eran las ocho y sólo llevábamos una hora y media de viaje. Ya no recuerdo si paramos o ... no. Fue muy rápido. Yo iba leyendo y escribí a mi amiga Cris en cuanto vi la estación. En ese andén nos despedimos hacía unos meses.
Ella, zamorana; yo, gallega. Unidas por un tren. Entonces no fuimos conscientes de lo afortunadas que éramos de poder juntarnos en la tierra de la otra. Fue un delicioso fin de semana de julio: conocimos Zamora y su románico, tomamos blinis de foie con copas de Toro, bikinis de cecina y queso con vermut, fuimos a su pueblo, Muelas del Pan, paseamos en bici por la urbanización del embalse de Ricobayo, probamos la paella de su madre y los tomates de su huerta, visitamos la antigua casa de sus abuelos y jugamos a las cartas con sus tíos, a la fresca del porche. Todo gracias a un tren.
Ese día se bajaron conmigo más personas: también jóvenes, algunos peregrinos, una pareja con su hijo, un anciano. En un futuro no muy lejano, todos esos viajeros tendremos que recurrir al coche, o pasar por otra ciudad «más importante», como Madrid, y hacer el doble de kilómetros.
Habituada a coger ese tren siempre que puedo, nunca he visto un asiento libre, fueran donde fueran los pasajeros. El tren, siempre lleno. ¿De verdad es necesario un tren directo Madrid-Galicia? ¿Quién lo va a aprovechar? ¿Por qué fomenta España el turismo barato y rápido? ¿Dónde queda la sostenibilidad, la igualdad y la solidaridad entre territorios?
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