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Joven y campo podrían ser antónimos. Pensamos en los pueblos como residencias de ancianos. El teletrabajo ha llevado turistas, quemados por el ruido y el ... consumismo, al mundo rural en los últimos años. A estos vecinos temporales les sirve como refugio y, a los locales, como método de supervivencia. Quedan pocos pueblos con jóvenes, pero quedan todavía menos con jóvenes agricultores. La falta de medios, el desconocimiento y el desinterés generalizado por las labores del campo han dejado terrenos baldíos. Lo vemos cuando cogemos cualquier carretera nacional: iglesias, casas, corrales y establos en ruinas. El horizonte, yermo de gente, se llena con el amarillo de la colza en abril.
El pronóstico mejora con timidez. Según los últimos datos, en 2023 se incorporaron 766 jóvenes al sector agrario en Castilla y León, superando el objetivo anual de 650. Claro que esta cifra la establece la Consejería de Agricultura. Suponemos que, con ese número, serán suficientes para impulsar una economía en declive. También hacemos un acto de fe con los 15 millones que destina este mes la Junta para fomentar el relevo generacional y la modernización de las explotaciones. La esperanza está puesta en la concentración de la ayuda, que a los pocos granjeros y labriegos que trabajan sus tierras les dé, al menos, para aumentar la sostenibilidad de sus cultivos y sus ganados. Ellos no confían tanto: son los únicos conscientes de que el sector agrario siempre ha sido en España un sector precario.
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