Publicidad, ideologías y cultura popular: La importancia del color de los vaqueros
Muchos 'pillaron' el mensaje supremacista del anuncio y contratacaron sin piedad. Al punto que la interfecta grabó un video en que se diría que ensayaba una disculpa, pero más bien se hacía la víctima
El gigantesco patio de vecindario en que –a menudo– se convierten las redes sociales «echaba humo», durante estos días pasados, a propósito de una campaña ... publicitaria de pantalones vaqueros. Se trataba de los anuncios de jeans American Eagle protagonizados por la actriz Sydney Sweeney. Dicha propaganda ni siquiera era nueva, tanto en formato como en contenido, pero da la impresión de que el hecho de que el personaje del spot esté –ahora– encarnado por una chica rubia, blanquita y de ojos azules, lo hubiera cambiado todo. Y hay que decirlo, ha sido así porque la elección de este tipo de modelo para decir lo que dice, en los tiempos que vivimos, no resulta -precisamente- nada inocente ni casual: acierta de pleno en la diana de la corriente reaccionaria en boga.
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Puesto que solo de tal manera puede entenderse ese conjunto de frases según el cual los genes de la criatura (dado que 'jeans' y 'genes' suenan parecido en inglés) habrían sido siempre 'azules', porque transmiten tanto 'el color de ojos' como 'la personalidad'. Un color y una personalidad que no se identifican en USA con los «valores» del partido republicano, si es que a dicha formación política le queda alguno. Aseveración esta última, acerca del 'carácter' marcado por los 'vaqueros' (¿o eran los 'genes' y no los 'jeans'?) absolutamente clave, además de discutible, para situar el discursito –melosamente pronunciado por Sydney– en su adecuado y revelador contexto. Ya que no caben muchas dudas al respecto: el anuncio significa lo que parece significar, a pesar de la estudiada ambigüedad que, en este caso, genera la coincidencia fónica entre dos vocablos.
La marca del 'águila americana', superadas ya las veleidades de otras campañas anteriores en que se recurría a modelos racializadas, recuperaría la imagen que nunca debió alterarse: es la revancha contra lo 'woke' de todos los 'WASP' (siglas que representan a los angloamericanos luteranos blancos). Y, para terminar de dejarlo claro, el propio Trump –cuando fue preguntado en torno a ello– afirmó que le encantaban la modelo y el anuncio, remachando (a propósito de esa y otras estrategias de publicidad) que, hoy en día, lo 'woke'es de 'perdedores' y lo que mola es ser 'republicano'. No hacía falta que lo dijera, sin embargo: los publicistas habían cazado al aire qué es lo que se respira en el ambiente. Al menos en apariencia, aunque no en términos de estricto consumo. Pues la respuesta en redes al anuncio y su modelo fue tan numerosa como contundente y, en ocasiones, hasta sangrantemente paródica. Son muchos los que 'pillaron' el mensaje supremacista del anuncio y contratacaron sin piedad. Al punto que la interfecta grabó un video en que se diría que ensayaba una disculpa, pero más bien se hacía la víctima, al sentirse tan 'injustamente' ridiculizada.
«A la fuerza ahorcan», reza el proverbio, y todo indica que la gente de ideología progresista esta vez sí que reaccionó a tiempo. Y es que la ultraderecha viene manipulando y blandiendo recursos simbólicos extraídos de lo popular o de una supuesta «tradición» propia, desde hace unos cuantos años, mientras la izquierda no se entera. En una calculada utilización de los mismos, se vierten bulos y leyendas del año de la pera –entre la información y la desinformación, la verdad y la mentira– como sucesos recientes. El ejemplo más evidente de esto fue el debate entre Donald Trump y Kamala Harris. A sabiendas de que mentía, Trump echó mano de una vieja leyenda, la de que determinados grupos étnicos comen –o venden para comer– mascotas. Y Harris cometió el enorme error de reírse. Cuando lo que correspondía aclarar era que semejante rumor se ha usado mil veces contra 'los otros' para estigmatizarlos e incitar al odio hacia ellos. Lo que –en este caso– también ocurrió, aunque Vance desmintiera, luego, el rumor repetido por Trump y justificara haberlo empleado como una suerte de metáfora a cuento de los problemas que causa la inmigración. Se le olvidó añadir que, de ahí, suele pasarse a decir que la etnia objeto de inquina sacrifica y come niños, si bien –seguramente– ese segundo paso del relato solo lo guardara para su uso más adelante.
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