Lares que son hogares
El coste de llevar los servicios al último rincón lo sabe la administración, por eso es clave que se promueva la colaboración público-privada
Desde que tomamos conciencia de lo que somos y de lo que queremos, reivindicamos libertad. Ese pequeño reducto de control nos hace más auténticos y ... más felices. Y no digamos cuando ya se peinan canas. Con la experiencia de los años vividos, uno grita lo que piensa y, como dijo José Saramago: «sin miedo al fracaso o a lo desconocido». Luis decidió entrar en una residencia. Tiene 86 años y es un alma libre. Escribe poesía, de inspiración castellana y recita, con memoria prodigiosa, a su admirado José Zorrilla. También se le da bien el carboncillo y tiene una colección de dibujos trazados por su delicado pulso. Entra y sale de la residencia Virgen del Carmen de Valladolid, a su antojo. Se siente libre, pero sobre todo, en casa.
Las residencias han dado un salto cualitativo. Atrás quedó la imagen de espacios con estética hospitalaria, como también lo hizo el modo en el que se cuida a sus residentes. Lares ha convertido a su red de residencias en auténticos hogares. Sin sujeciones. Es un añadido que uno además pueda permanecer en el pueblo que le vio nacer.
Lares celebra 30 años. Esta asociación de residencias hunde sus raíces en el territorio. Enfrenta el desafío de la dispersión sin abandonar la atención cálida. El coste de llevar los servicios al último rincón lo sabe la administración, por eso es clave que se promueva la colaboración público-privada porque sólo así habrá más hogares y menos lugares.
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