Imagine que, donde antes tenía su parcela yerma, brota petróleo. Creerá que le ha tocado la lotería. Ha visto reemitida 'Gigante', una peli americana, y ... cree que usted es el pobre James Dean haciendo un corte de mangas al cacique local. Ya, pero está en España, no en Texas. Allí la ley es otra cosa. La bolsa de hidrocarburos que subyace en ese cacho de tierra no constituye su retiro; pertenece al Estado. Quia. Verá cómo este le desaloja.
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Elija la partida forzosa hacia Castromonte, San Pelayo, Torrecilla de la Torre o Castrodeza, sin llamadas intempestivas. ¡El Corte Inglés le cae a veinte minutos! El Gobierno se incautará de su propiedad, amparado en una ley franquista de los 50. Todo por el interés generalísimo. Pero hará el canelo anhelando repostar, en ninguna parte, su viejo Volkswagen (el coche del pueblo, en alemán). Es como pretender colmar de gasolina un cubo horadado.
¿La Constitución? No la esgrima mediante la ofimática de la que no dispone; mejor redacte un manuscrito y cúrselo vía liebre. Pero su pueblo es referente del lechazo, donde se ponen las botas quienes le ningunean desde las instituciones y el resto del coro. Verá cómo, en campaña, defecarán en el asador de al lado y limpiarán sus cuartos traseros con una promesa electoral. Vive en una favela, amigo mío.
Tal vez estos asentamientos insalubres evoquen aires tercermundistas, pero, en un mundo como el actual, los vasos comunicantes están a la orden del día. Siempre podrá retomar la actividad agrícola. Porque para qué sirve la tecnología moderna si quien aguarda al otro lado no untó nada ese día. Usted tiene petróleo, pero en superficie. El trigo y sus hermanos conforman el 'trending topic' del momento. Puede que, durante algún tiempo, escuchen sus plegarias.
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