Las tractoradas son también responsabilidad de las organizaciones agrarias
«Los burócratas de Bruselas, el Ministerio de Agricultura y la Junta se olvidan del trabajo que los agricultores y ganaderos dedican al campo»
Trasladar a la ciudadanía las normativas europeas de la Política Agraria Común (PAC) por la cual se rigen los estados miembros de la UE para producir alimentos nunca fue sencillo. Cada reforma que afrontamos, las obligaciones que nos imponen a los agricultores y ganaderos para producir y percibir los pagos compensatorios (ayudas) por pérdida de renta cada vez son más exigentes, más difíciles de cumplir y de menor cuantía.
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En la última reforma, nos han impuesto una política «verde» para que la sociedad urbanita acoja con mayor agrado que el sector agrario recibamos ayudas para producir alimentos baratos y contener los precios de la cesta de la compra y que así, a su vez, no suba el IPC.
Muchas de las normas impuestas nos lleva a tener que dejar sin sembrar parte de nuestras tierras, tanto las de secano como las de regadío, a no poder aplicar productos fitosanitarios para el control de plagas o malas hierbas con materias activas que sí se permiten en países extracomunitarios de los cuales se abastece parte de nuestra cesta de la compra.
Las obligaciones de sembrar parte de la explotación de leguminosas en tierras no aptas para este cultivo, de no recoger la cosecha para disfrute de la fauna, de no poder rotar parcelas de regadío con el mismo cultivo, así como el exceso de burocracia y de documentación que presentar con el cuaderno digital, lo que nos obliga a aplicar tecnología informática que no siempre dominamos, son otras novedades que nos restan capacidad de producción. Los burócratas de Bruselas, el Ministerio de Agricultura y la Junta se olvidan del trabajo que los agricultores y ganaderos dedican al campo para producir esos alimentos sanos y saludables que los ciudadanos tanto valoramos en tiempo de pandemia.
Una política agraria que hace inviable el mantenimiento de las explotaciones debido a la falta de rentabilidad económica solo nos lleva a la desaparición de las explotaciones y a una España vaciada. Se olvida que los agricultores y ganaderos, además de producir alimentos para la sociedad, estamos manteniendo un territorio con vida y, por tanto, protegiendo el medio ambiente.
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A pesar de los grandes inconvenientes que impone Bruselas y que tendrían que revisar de inmediato, para ejercer una profesión tan noble como es la de producir alimentos sigo defendiendo la PAC. No en vano, estamos en un libre mercado en el cual no hay ninguna regla que garantice precios para cubrir los costes de producción. Si no tuviéramos la PAC ante un mercado globalizado y desordenado por efectos de libre mercado y confrontaciones bélicas, la situación sería aún peor, a pesar de lo que dicen algunos agricultores y ganaderos (quizás mal informados). Si no tuviéramos esos pagos que debieran compensar la pérdida de renta, ninguna explotación sobreviviría por grande que fuera.
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La grave situación que atraviesa el campo español no es solo responsabilidad de las decisiones políticas que se toman en Bruselas, que también. Los estados miembros y sus ministros son partícipes y ejecutores de esa política junto a las comunidades autónomas como administraciones ejecutoras de las mismas. De todos es conocida la fuerte presión que ejercen ante administraciones y gobiernos lobbies económicos, ecologistas de grandes cadenas de distribución de alimentos que terminan imponiendo sus normas y dejan al sector agrario al pie de los caballos.
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Después de mucho tiempo de acordar la puesta en marcha de la Ley de la Cadena Alimentaria, aún seguimos sin conocer la creación de dicho organismo para analizar con rigor los costes de producción para que se garantice que nadie está produciendo a pérdidas. ¿Quizás no interesa conocer la cadena de valor de cada uno de los escalones hasta llegar al consumidor y cómo se construye su precio final en los lineales del supermercado?
Ante esta situación insostenible para el sector primario, solo cabe una fuerte respuesta por parte de las organizaciones agrarias en una verdadera unidad de acción. Valoro el movimiento de tractores en la carretera, pero no este carajal en el que es difícil saber quiénes convocan y qué responsabilidades asumen. No culpo a los que hoy se manifiestan de aquella manera, ni a los que tantas veces se quedaron en casa quejándose en voz baja en otras convocatorias y hoy salen por primera vez. Quizás yo no sea el más indicado para hacer reproches a nadie, pero responsabilizo a las organizaciones agrarias por no ver la dimensión de las protestas de otros países y el efecto reclamo en nuestro país. Nunca se puede poner el carro delante de los bueyes, pues cuando los bueyes no tiran, el carro descarrila.
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