A mí me parece muy bien que la gente se manifieste. Me parece muy bien incluso que la gente se manifieste en solidaridad con Palestina, ... aunque no hayamos visto en toda la vida a esos mismos defender a las víctimas del terrorismo en el País Vasco o a los demócratas de Venezuela. Pero nunca es tarde para venirse al lado correcto. Porque que ya no cabe ninguna duda de que lo que está haciendo el gobierno de Netanyahu es una barbaridad y hasta los que tradicionalmente hemos defendido a Israel –que son tan refugiados como los palestinos– nos vemos obligados a bajarnos del barco escandalizados ante esta ignominia. Por todo ello, cualquier muestra de solidaridad con las víctimas de Gaza merece la pena. Porque, antes que cualquier otra cosa, somos seres humanos. Y sobre todos los católicos tenemos una especial sensibilidad por el dolor ajeno. En eso nos diferenciamos de los comunistas, de sus purgas y de esa romántica querencia que tienen al Holodomor. Por eso yo celebro que ayer hubiera en Valladolid cientos de comunistas –es un decir, por supuesto ni había cientos ni han leído una sola palabra de comunismo– reivindicando los derechos humanos en las calles; es un gran paso para toda la sociedad que los comunistas abracen ciertos conceptos y se pasen al lado bueno, que es el de la democracia y los derechos humanos, el de la primacía de la Ilustración y la libertad frente a esa oscuridad criminal y tercermundista que les atrae inexorablemente, como la luz a las polillas.
Publicidad
En cualquier caso, aunque lo que está sucediendo en Palestina sea una vergüenza, no sé si es un genocidio. Según la Convención de 1948, genocidio es «cualquiera de los actos que se realizan con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso». El punto clave para definirlo es esa intención específica y yo –junto a la Corte Internacional– tengo dudas de que lo que Israel persigue sea destruir a un grupo concreto sino, en todo caso, defenderse de quien tiene como objetivo prioritario eliminar a todos los judíos de la faz de la tierra. Sería tan sencillo como que Hamás abandonara el terrorismo y liberara al pueblo palestino de su tiranía criminal para que el conflicto terminara en un instante. Por supuesto, no quieren. Porque hemos de recordar que ese es el fin último de Hamás, que es la mayor basura del planeta a mucha diferencia del segundo puesto. Su objetivo declarado es acabar con Israel, con los judíos e imponer una teocracia islamista al pueblo palestino, que, como ven, es algo tan progre y tan socialdemócrata, que lo firmaría el mismo Hitler. Yo no he visto ese vídeo que Israel enseña al que quiera verlo, donde se recogen todas las imágenes que tienen del ataque terrorista a los kibutz del 7 de octubre. Porque en cuanto me enteré de que metían a recién nacidos en hornos y que rajaban a mujeres embarazadas para extraer a sus crías dejé de interesarme por toda interacción humana y pasé a generar un odio automático hacia Hamás y hacia todos los que les ríen las gracias. No caben ambivalencias: Hamás es el mal, el mal absoluto, el mal total. Y todos los que los apoyan forman parte del mismo mal. Aunque lo hagan con batucadas y pañuelitos palestinos entre lorencito y vigilia vegana.
Pero todo lo anterior no da derecho a Israel para actuar como lo está haciendo. Esa forma de reaccionar es desproporcionada y es más típica de regímenes dictatoriales como Cuba o Venezuela que de democracias avanzadas, aconfesionales y liberales como Israel. Así que sirva todo lo anterior como pliego de descargo: cualquier demócrata debe estar con los derechos humanos y con las víctimas de la barbarie. Y por eso no solamente es compatible estar a la vez contra Hamás y contra Netanyahu, sino que es la única opción moralmente aceptable. Y, en este sentido, se espera más del PP, el primer partido de España. Se están metiendo en un buen lío al no ser capaces de condenar la barbarie de Netanyahu y no están siendo capaces de detectar el sentir general de la sociedad española, incluidos sus votantes. Supongo que lo hacen porque creen que este tema beneficia a Sánchez, con esa miopía terrible que los caracteriza. Sin saber que lo que más beneficia a Sánchez es la incapacidad del PP para ponerse en el lado que le corresponde a un partido que se dice liberal, moderado y anclado al humanismo cristiano. Dijo Floriano –sí, sigue vivo– en la sesión de control que el gobierno no había dicho nada sobre el español asesinado en Jerusalén. Albares le recordó que tenía suerte de estar aforado porque, en caso contrario, habría que denunciar sus calumnias. Porque es un bulo, por supuesto que el gobierno condenó y lamentó el asesinato de Yaakov Pinto, español de Melilla y rabino judío.
En cualquier caso, yo venía a hablar de la Vuelta Ciclista. Es una vergüenza que mi ciudad no haya podido celebrar la contrarreloj tal y como estaba diseñada por culpa de las amenazas de cuatro cafres. Si no somos capaces de hacer frente a quien se propone acabar con la convivencia, somos un estado fallido. Por supuesto que la sociedad debe tener herramientas para defenderse de quien no es capaz de manifestarse como debe, donde debe, cuando debe y con los permisos que correspondan. Gracias a Dios, la cosa no ha pasado a mayores, no tenemos que lamentar consecuencias y no hemos dado al resto del mundo esa imagen tercermundista que dieron en el País Vasco, una sociedad profundamente enferma. En ese sentido hemos de estar orgullosos. Pero han adulterado la carrera, no hemos sido capaces de mantener el plan, han adulterado las normas de convivencia y, por supuesto, han perjudicado a la ciudad, que ha pagado un dineral para que se viera por la televisión una serie de lugares y eso no ha sido posible. Mención aparte el director técnico de la Vuelta, que dijo que la mejor solución era que el equipo de Israel abandonara la competición. Y el gobierno, partidario de lo mismo. Bien, yo creo que la mejor solución es que quien piensa eso abandone su puesto y sea juzgado por racismo y xenofobia. Y, en su caso, que la fiscalía actúe de oficio contra ellos por delitos de odio. Igual que el portavoz de Podemos, que llamó a «bloquear», «boicotear» e «impedir que llegue al final» la carrera, que es un llamamiento para obstaculizar una competición oficial, lo que puede encajar en infracción administrativa –sancionable por el Consejo Superior de Deportes y Delegación de Gobierno– e incluso en delito de desórdenes públicos. Al mismo nivel que impedir competir a los negros o a los gays. Al final dos detenidos, diecisiete identificados, cuatro atascos y un par de días aguantando su show. Vale.
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión