Teresa Ribera, a la derecha, en bici por Valladolid. TWITTER
Óxidos y vallisoletanías

Las bicicletas son para la campaña

«Nadie vincula el compromiso por el reto común de cuidar el planeta al medio de transporte en el que aparezca una ministra. No aporta nada, no es necesario y puedes aparecer perfectamente en coche porque se entiende»

José F. Peláez

Valladolid

Domingo, 16 de julio 2023, 00:31

EN BICI A LA CUMBRE

Andan los cafres de siempre alimentando el bulo de que Teresa Ribera vino a Valladolid en Falcon, quemando queroseno como un 'Ángel del Infierno' en ... las carreteras de Ohio. Es falso, pero a quién le importa la verdad cuando puedes epatar a tu cuñado. En realidad, no hace falta mentir ni inventarse 'fake news' para que el resultado, es decir, esa foto en la que aparece por la calle Jorge Guillén como Desi la de 'Verano Azul' sea ridículo. Yo no sé quién los asesora, aunque me lo imagino: nadie. El PSOE es ya un sálvese quien pueda, Moncloa está a la deriva y ambos han entrado en esa fase triste en la que ya da igual lo que hagan porque todo les sale mal. Es lo malo de la política: cuando la ola viene en contra, te pasa por encima hagas lo que hagas, te pongas como te pongas. Lo bueno es que, cuando la ola va a favor, también da igual porque todo te sale bien y cada acontecimiento opera a favor de tus intereses. Se llama 'baraka' y es una especie de gracia, una bendición divina por la que algunos parecen estar tocados. Lo malo: es provisional y se acaba. Lo bueno: también se le acaba al rival. En cualquier caso, estos gestos de política anglosajona pensados para una sociedad antigua –televisiva y no digital– encajan mal en España. Estas cosas no cuelan, no son creíbles, se ven las costuras y huele a ventajismo, a oportunismo y a falsedad desde el Cerro de San Cristóbal –menos mal que la cumbre no fue allí porque iban a subir como Pantani–. Y en las redes no funcionan porque la gente habla, comenta y deja claro que no es tonta. Nadie cree que una vicepresidenta del gobierno de la cuarta economía de Europa vaya a los actos en bici y nadie entiende que debute precisamente en una cumbre (y no la del Tourmalet). No pasaría nada si fuera algo habitual, pero es que esto es como el que va a misa un día y mueve los labios como Monchito para ocultar que se le ha olvidado el Padre Nuestro.

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Nadie vincula el compromiso por el reto común de cuidar el planeta al medio de transporte en el que aparezca una ministra. No aporta nada, no es necesario y puedes aparecer perfectamente en coche porque se entiende. Por seguridad, entre otras cosas. Por protocolo. Porque lo que se espera de ti son tus políticas, no tu cadencia de rodadora. En este país desquiciado donde la izquierda ha ideologizado el género, la preferencia sexual, la fe, los toros, los chuletones, la educación pública y hasta el representante de Eurovision, solo faltaba ya que ideologizaran el medio de transporte. Pretenden hacernos creer que la bicicleta es progresista y el coche de derechas. Solo que un reduccionismo así no tiene recorrido, claro. Deberían pasarse por los barrios y decir a la cara a la gente humilde con un coche antiguo que son unos pedazo de fascistas. O visitar los pueblos y ver a gente montada en bici que no votaría al PSOE ni aunque les regalaran un viaje a la Suecia de Gretta Thunberg. Ni siquiera el cuidado del planeta es de nadie, es algo transversal -no existe nada más conservador que un ecologista-. A ver si son capaces de dejar de politizar el tema porque, al igual que sucede con su concepto sectario y excluyente del feminismo, lo único que van a lograr es el efecto contrario, es decir, alejar a la gente de causas indudablemente justas y de luchas evidentemente legítimas solo porque se los apropian de modo torticero. «Los ciclistas no son de izquierdas ni de derechas», escuché decir alguien el otro día. Y no era una peligrosa fascista sino la propia Teresa Ribera. Por lo tanto, espero que haya aprendido su propia lección y entienda que lo que queremos es que nos represente con profesionalidad, rigor, conocimientos técnicos, defendiendo nuestros intereses -en esta comunidad vivimos de hacer coches- y no como candidata por Madrid. Y, sobre todo, con una imagen en consonancia a lo que España simboliza y no a ocurrencias de 'spin doctors' en una campaña contrarreloj.

D.E.P, GARZA CARVAJAL

Leyendo a Víctor Vela me entero de que ha fallecido Federico Garza Carvajal. Pregunto a Rubén 'Berlín' y me confirma que nos dejó hace años. Y me entra una enorme tristeza. Federico era un texano con apellidos españoles -lo lógico, por otra parte, en un territorio como Texas-, con acento parisino y una cuidada imagen de 'enfant terrible', educado y excesivo. Lo conocí esa época que se pasó encerrado entre legajos del Archivo de Simancas para estudiar temas relacionados con juicios por homosexualidad. Me lo contaba luego en el Berlin en días y noches memorables. Pasábamos del castellano al inglés, que me mejoraba paulatinamente con cada cerveza hasta llegar, de madrugada, a una maestría shakespeariana. Era un tipo extraño, culto y sensible. Federico era divertido, interesante y con una elegancia que denotaba una educación quizá de elite. Pero, sobre todo, fue una persona con la que, durante un tiempo, conversé. De algún modo, un amigo. No sé qué le habrá pasado, pero hoy solo puedo recordarle con afecto, con cariño y con melancolía. Espero que ya esté con el Padre. Y, como decían, los romanos: «Sit tibi terra levis».

SOTERRAMIENTO Y CONCIERTOS

Dice el concejal Puente que él habría traído a los Killers. Y me parece poco ambicioso, yo creo que podíamos haberlo intentado con los Rolling Stones. O, qué narices, mejor con los Beatles, cambiando a los fallecidos por hologramas o por inteligencia artificial. O, por qué no, a los dos, un festival con los Beatles y los Rolling Stones juntos. Y Elvis. Y Frank Sinatra y Maria Callas. Todos juntos en el escenario de Plaza Mayor en plan orfeón. Un rollo Mocedades. Lo que sea, pero con cargo a los impuestos de los vallisoletanos, que están sin duda para pagar cachés a multimillonarios. De verdad, yo no no sé en qué momento se nos ha ido la cabeza y hemos normalizado que un estado social está para estas cosas y que una sociedad como la nuestra puede afrontar este tipo de gastos. Para lo que no está la socialdemocracia, según parece, es para el soterramiento. UGT, CCOO, TLP y PSOE se asuentan de la mesa del ferrocarril desde su constitución y, más allá de la legítima postura de cada cual y de dónde llegue el asunto, no se entiende que antepongan la campaña a los intereses de la ciudad. Creo que deberían haber ido, aunque sea para criticarlo. Y aunque solo fuera para verlos llegar en bici.

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