Hoy es -otra- gloria
El recuerdo de una ciudad está en las crecidas del río, en aquella nevada, en aquel escritor paseante. Pero también en el balompié y en los milagros que no son milagros
Es el fútbol, pero no es fútbol. Es la infancia, la camiseta, la bufanda, ese frío que curte y que se quita con una galopada. ... Es Losco, es Eusebio, es Caminero; y también, por qué no, Mágico González, que lo exótico hace leyenda. Después de que nos vayan a encasquetar un verano de campaña, sólo el fútbol, y ya lo dije, alivia de estos tiempos de promesas vacuas. No quiere uno ponerse valdanista, pero la segunda española es un infierno de, ya buen fútbol y desazón, y se puede salir de ella, pero no se trata de eso.
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Se trata de llenar el estadio. Que parezca La Bombonera desde las alturas de Parquesol. Se trata de evitar infartos marcando el primero a los cinco minutos, el segundo a los diez y un cabezazo, que certifique la vida del paciente.
Toda ciudad es más ciudad con un equipo de fútbol, embajada de las virtudes, la cultura, y un latinoamericano hecho completamente a una tierra en concreto. Una embajada efectiva, al menos del Pirineo hacia abajo. Miren Málaga, 'segunda capital', dicen muchos de España, y sin colores que la defiendan por ese parlamento sin populismo que es un estadio. No hay billetes, pero hay corazón, gónadas. Y ya, salvados, que hablen los despachos y fragüe el hormigón.
En realidad no estoy hablando de fútbol, o no necesariamente de fútbol. Pero el recuerdo de una ciudad está en las crecidas del río, en aquella nevada, en aquel escritor paseante. Pero también en el balompié y en los milagros que no son milagros. Vuelvo al niño, y abuelo, y a todos los que son y los que ya no están. En eso está el espíritu del fútbol, ya digo, pero no sólo del fútbol.
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