El timo del conseguidor
«He visto que el Barcelona es un pringado al que vendieron que no le iba a tocar un 'árbitro africano' que le pitara penaltis en contra a cascoporro»
En tiempos del servicio militar obligatorio pasaban cosas. Seguro que con este comienzo pensarán que les voy a contar una historia de la mili, de ... mi mili. Pues miren que no puede ser, que por eso de las prórrogas de estudios y demás vericuetos conseguí quedar exento, como lo hicieron muchos de mis congéneres del 'baby boom', bastantes gracias al llamado excedente de cupo del sorteo, que era puro y duro, sin bolas calientes. Luego, cuando ya era talludito y solo hubiera servido para el batallón de alegres y simpáticos veteranos que se libraron de la mili, llegó su supresión en 2001.
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Sin embargo, no haber sido soldadito español, soldadito valiente, no me impide contarles la historia del timo de la mili en África, que desconozco si tenía algún nombre en la jerga delictiva, del tipo de la estampita o tocomocho. El engaño consistía en que alguien (el timador) a través de otro (el gancho) te contaba que podía evitar que fueras a la mili a Ceuta o Melilla. Realizado el sorteo si te había correspondido ir a una de las plazas africanas te aseguraba que nada había podido hacer, y si era lo contrario, algo por estadística muy probable, te pedía un dinerillo.
Confieso que nunca creí que alguien picara en una engañifa tan burda, hasta que ha saltado el caso Negreira y he visto que el Barcelona es un pringado al que vendieron que no le iba a tocar un 'árbitro africano' que le pitara penaltis en contra a cascoporro, concediera goles fantasma y cosas así. Porque lo normal era que le arbitrara un colegiado ecuánime –tanto como que la mili te tocara en la península– y el conseguidor arbitral argumentara: qué buena pasta invertida es la que me pagáis. Un timo, ya ven, tan antiguo como la mili, e igual de simple que los timados, pero de fondo oscuro como el riguroso negro que estilaban entonces los árbitros.
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