Un periódico nativo digital ha dicho de las manifestaciones del pasado lunes en toda España, en protesta por el asesinato homofóbico de Samuel en Galicia ... , que los jóvenes que protagonizaron las movilizaciones estaban «irascibles y sin autocontrol».
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Con independencia de que los vídeos y fotografías de tales actos parezcan acreditar una dureza inusitada de las fuerzas de Seguridad del Estado, cuyo papel debía haber sido canalizar las protestas y no reprimirlas -el ministro del Interior tiene razones personales para entender mejor que nadie la magnitud y el alcance de la protesta-, la irascibilidad estaba justificada -el asesinato de Samuel colma el vaso de una secuencia ascendente de delitos de odio contra homosexuales- y no debió de ser tan desmesurada en realidad puesto que, que se sepa, no hubo heridos ni incidentes graves.
En cuanto al autocontrol, habría que decir que nuestros jóvenes han dado en los últimos años una sobria lección a sus mayores. Los jóvenes fueron expulsados de la economía real cuando arrancó la crisis de 2008 y todavía no han regresado a ella. Cuando la situación parecía aclararse y empezaba a ingresar de nuevo la juventud en las capas bajas del mercado laboral, llegó la pandemia y se adueñó de una parte del espíritu del país una extrema derecha que nunca los 'adultos' debimos consentir. Que la respuesta al asesinato de un gay, de un diferente, de un joven dispuesto a vivir su vida, se haya limitado a unas manifestaciones indignadas pero incruentas es una prueba de madurez y de sabiduría. No de lo contrario.
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