J. J. Guillén-Efe

Instalados en la bronca

«El drama que aqueja a millones de compatriotas exige acciones (...). En lugar de eso, el Congreso se ha convertido en los títeres de cachiporra»

Antonio San José

Valladolid

Jueves, 17 de septiembre 2020, 07:32

Aquí estamos, con el agua llegándonos al cuello mientras, en lugar de nadar, nos dedicamos a intentar ahogar al adversario. Parecemos condenados a los garrotazos ... del cuadro de Goya, esa imagen terrible que, lamentablemente, nos ha definido en algunos de los momentos más convulsos de nuestra historia. Con la crisis sanitaria avanzando a zancadas y la situación económica en zona de alarma, en lugar de enfocarnos en sumar fuerzas para salir del atolladero, nuestros políticos andan enfrascados en un 'y tú más' tan devastador como suicida. Aquí, conviene recordarlo, o nos salvamos todos o abandonamos colectivamente cualquier tipo de esperanza. No hay más. El drama que aqueja a millones de compatriotas que están perdiéndolo literalmente todo, exige un rosario de acciones encaminadas a alumbrar un futuro que cada vez se presenta más oscuro. En lugar de eso, el Congreso se ha convertido en la representación más exacta de los títeres de cachiporra, un escenario donde se atizan unos a otros olvidando, tristemente, los problemas que atenazan al conjunto del país.

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Instaladas en la bronca, las formaciones políticas se enredan en el azul de su propia incapacidad, dedicando tiempo y energías a perjudicar al contrario con una contumacia irresponsable que no deja de sorprender. Aquí no se ha presentado un plan de acción contundente para ganar el futuro, como en Francia. Por el contrario, únicamente escuchamos descalificaciones del contrario en un afán cainita que a nada conduce. Nos encontramos en un cambio de paradigma en el que alentar algún tipo de certidumbre debería de ser una exigencia ineludible a la que respondieran nuestros representantes en la cámara. Este es un tiempo para aparcar las diferencias, remangarse y remar unidos para sacar al país del profundo socavón en el que ha caído por la crisis de la covid-19. Hay que tomar medidas y hacerlo de inmediato. Hace falta un plan consensuado, eficaz, audaz y pleno de complicidad con los agentes económicos y los empresarios, que tanto tienen que decir en este momento. No basta con hacer actos grandilocuentes ni pronunciar discursos ante el Ibex 35, es necesario implicar a los protagonistas económicos en una recuperación urgente que exigirá esfuerzos ímprobos por parte de todos.

No parece casual que, con una actitud estólida, se denueste la Transición, la obra colectiva de la que podemos sentirnos más legítimamente orgullosos como sociedad. Malbaratar su legado en un crimen de lesa patria que podemos acabar pagando muy caro. Por el contrario, recuperar su espíritu, el afán de acuerdo y la concordia social, se revela como la única receta posible para abordar una situación altamente preocupante. Ahí está el modelo de los Pactos de la Moncloa, el acuerdo generoso y salvífico que posibilitó la recuperación del país. Lo que no sirven son componendas y remedos, sino reeditar el acuerdo poniendo por encima de todo los intereses del país; especialmente, por encima de los propios intereses egoístas de cada cual.

Tenemos una responsabilidad con las generaciones futuras a las que vamos a dejar endeudadas de por vida. Y también la obligación de ofrecerles un futuro que sólo podrá construirse desde el acuerdo y la colaboración de todos. Nos acecha el rebrote de la pandemia y nos atenaza la peor situación económica desde la posguerra. Es mucha la gente que se está quedando, y se va a quedar, por el camino a pesar de los campanudos mensajes oficiales. Hay que ponerse a ello y ponerse ya. Y estar a la altura, algo que hoy, por desgracia, parece más una utopia que una necesaria y perentoria realidad.

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