Insomnio
«Hay quien si se despierta a media noche se lo toma en clave paranoica (...). Mientras que otros, en la misma circunstancia, se dan la vuelta gozosos para disfrutar más de la cama»
Las relaciones de cada uno con el sueño son muy personales y definen bastante bien el carácter. Como todo lo que nos incumbe, máxime si lo hace bajo el sello de la necesidad, como es el caso, lo podemos tomar para bien o para mal.
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Hay quienes acogen el sueño con la misma intensidad con que otros se enfrentan a él. Los primeros se dejan invadir por Morfeo y convierten su experiencia diaria en lo que llaman un «descanso reparador». Duermen en sus brazos como quien regresa cada noche a un seno originario y benefactor. En cambio, los segundos desconfían de su servicio y le apremian y exigen hasta turbar el encuentro y transformarlo en una traición común. Temen la hora de dormir porque anuncia un periodo de ansiedad, lucha y reivindicación. Algunos reclaman su presencia bajo la amenaza de militarizarlo con somníferos, o, al revés, repudian su presencia por el simple deseo de permanecer despiertos y vivos un rato más. A fin de cuentas, el sueño es un modo de morir, una pequeña muerte que para algunos se carga de miedo y aprensión.
Por otra parte, no todo el mundo entiende lo mismo por bien dormir. Hay quien no se contenta con menos de ocho horas y quien con cinco se siente feliz. Conozco personas que funcionan como la seda durmiendo cuatro horas y aprovechan parte de la noche para leer, escribir o hacer spinning. Tampoco hay una opinión común respecto a las interrupciones del sueño que sufrimos. He oído a mucha gente quejarse ante su psiquiatra porque se despertaba tres o cuatro veces durante la noche, mientras que su interlocutor le escuchaba escéptico pues le sucedía no menos de diez y no le daba mayor importancia. Hay quien si se despierta a media noche se lo toma en clave paranoica, como si algo conspirara contra él y poco menos que le ultrajara. Mientras que otros, en la misma circunstancia, se dan la vuelta gozosos para disfrutar más de la cama.
« La siesta actual, frecuente en los pueblos mediterráneos, es un simple vestigio de esos hábitos antiguos que hoy nos dan que pensar»
Como se ve, sobre sueños, como sobre gustos, no hay nada escrito y cada quien se lo toma como dios le da a entender. Arbitrariedad o relativismo que tiene también su crónica temporal. El historiador estadounidense, Roger Ekirch, ha sostenido que el sueño monofásico, el que discurre de una sentada, solo se regularizó en Occidente después de la revolución industrial. Antes, se dormía en dos o más bloques, lo que se conoce como sueño bifásico o polifásico. La siesta actual, frecuente en los pueblos mediterráneos, es un simple vestigio de esos hábitos antiguos que hoy nos dan que pensar.
Si atendemos a todos estos pormenores y escuchamos al elevadísimo porcentaje de población que se queja de dormir mal, se pone en evidencia que los criterios para definir el buen dormir son muy variables y que cuando alguien habla de insomnio conviene especificar más antes de decidir.
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