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José Ibarrola

Individualismo

Crónica del manicomio ·

«Los cambios son mucho menos manifiestos y los progresos técnicos no han aportado modificaciones sensibles y profundas al respecto»

Fernando Colina

Valladolid

Viernes, 3 de junio 2022, 00:03

A veces pasa que a fuerza de repetir algo te lo acabas creyendo. Esta es la base de la educación y de la identidad. Repetir ... es tan necesario como innovar. Se complementan como la noche y el día, la belleza y la fealdad. Por ejemplo: tanto se ha insistido sobre el individualismo moderno que nos lo creemos, aceptando a pie juntillas que somos más individualistas que aquellos que nos precedieron. Sin embargo, también es lícito pensar que no hemos cambiado tanto y que las posibles modificaciones en los gustos, la moral, las formas de vivir y sentir, en lo que en definitiva y en resumen hoy llamamos subjetividad, son de índole superficial.

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Si uno lee 'El banquete' de Platón', o 'El arte de amar' de Ovidio, obras que nos preceden en más de veinte siglos, tenemos la impresión de que no podemos añadir nada nuevo en materia de amor a lo que dijeron los antiguos. Con una salvedad quizá, y no menor, cual es el efecto igualador del feminismo, que es probablemente el mayor impulso de cambio subjetivo conocido. Una novedad que empuja a que las relaciones de amor sean más igualitarias, más respetuosas y mejor compartidas. Quizá, por la trascendencia y la intensidad del cambio, este sólo sea comparable a la creencia en el Dios de amor que inventó el cristianismo.

Pero fuera de estos dos hechos, los cambios son mucho menos manifiestos y los progresos técnicos no han aportado modificaciones sensibles y profundas al respecto. Las guerras del Peloponeso, que enfrentaron a las ciudades griegas, siguen tan presentes como antaño. Nuestra cultura nació en esas batallas, encarnación de los mayores defectos del hombre, y ahí siguen incólumes, como comprobamos en todo momento. Es evidente que en materia de prevención de la guerra no hemos avanzado nada, lo que no sólo pone en cuarentena la idea de progreso moral, sino que incluso nos hace sospechar que los cambios en la subjetividad no son tan nucleares como en materia de amor acabo de aventurar.

En cualquier caso, cabe dudar del creciente individualismo que se nos propone con tanto convencimiento, como hace años pudimos desconfiar también de lo contrario, de la alienación del hombre en las masas que con tanto ardor se reprochaba. Hoy se critica la independencia y el aislamiento como otrora se censuraba la dependencia, la masificación y la entrega a dudosos ideales colectivos. Puede que sea cierto que las ventajas tecnológicas faciliten e inclinen hacia la existencia aislada, independiente y solitaria, pero junto a esto hay una explosión de vida pública, fiestas, celebraciones, familia, copas y desahogos camperos que ponen sal a la convivencia y ocupan buena parte de la vida.

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Quizá hoy muchas cosas sean distintas, pero, como creía Epicuro, «nada sucederá en todo el tiempo que no haya sucedido en el tiempo infinito ya pasado». La idea acerca de una creciente individualidad es un mucho relativa.

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