La Historia es más efímera que la memoria de los hechos que se graba en la mente de la civilización. El pasado histórico no fue ... lo que hoy hemos romantizado. El presente global crea uno tribal y el futuro es inestructurable.
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La Historia es un relato del sufrimiento humano, una novela repetida de tiranos y esclavos, vencedores y vencidos (todos pierden), hombres y bestias. Las cicatrices del tiempo no curan las heridas, no son la huella de infinitas guerras, son la memoria, no tanto de nuestras acciones cuanto de nuestras motivaciones. La especie humana es una inmensa cicatriz histórica.
Apenas alcanzamos una cumbre humana ya somos decadencia, ya somos historia, estatuas para abrigo de los pájaros. En un instante rozamos la gloria, atisbamos el territorio de los dioses y en el instante siguiente ya somos ángeles caídos en un memorial de agravios del averno humano: el peor de los posibles.
Espigados edificios se alzan sobre las ruinas de vetustas ciudades. La Historia verticaliza el pasado para esconder la mortal caducidad de la vida y de los hechos. Crecen los cipreses en los cementerios y el silencio se nutre de silencio. Los túneles del tiempo conducen la Historia a un caos absoluto en el que subyace una cierta lógica: el comportamiento humano esforzándose en hallar un modelo de coexistencia.
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La Historia llena el tiempo de anécdotas irrelevantes, los grandes hechos son materia de olvido. La Historia se nutre fundamentalmente de olvido.
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