La memoria del daño causado
El 25º aniversario del asesinato de Jáuregui, en un año atroz, recuerda el sectarismo homicida de ETA pendiente de asumir por la izquierda abertzale
El 29 de julio de 2000, hace ahora 25 años, fue asesinado el exgobernador civil de Guipúzcoa, el socialista Juan María Jáuregui. El crimen cometido por ETA en Tolosa convulsionó a la sociedad vasca y, por extensión, al conjunto del país. La ejecución de Jáuregui a manos de la intolerancia más extrema constituyó uno de los eslabones de la brutal escalada en el ejercicio de la violencia que protagonizó la organización terrorista tras romper, a principios de aquel año, la tregua decretada al calor del pacto entre nacionalistas de Lizarra; una ofensiva para la que se había rearmado y que se cebó contra el constitucionalismo del PSOE y el PP. La despiadada estrategia de 'la socialización del sufrimiento' pretendía eliminar la pluralidad vasca en aras de una concepción uniformizadora y negadora de la complejidad de Euskadi, al tiempo que la banda intentaba amedrentar al Estado de derecho para forzar una negociación bajo sus condiciones a sangre y fuego. Fue tan lacerante como elocuente de sus pretensiones que la dirección etarra diera la orden de matar aquel 2000 atroz a dos referentes del socialismo que reivindicaban la búsqueda de una salida dialogada a tantos años de coacción, persecución y asesinato como Jáuregui y el exministro Ernest Lluch. Un cuarto de siglo después, la voz de la viuda del primero, Maixabel Lasa, cuya historia plasmada en la película que lleva su nombre ha conmovido a miles de espectadores, encarna el valioso e irrenunciable legado de las víctimas que murieron por la libertad de todos y de sus familiares, que jamás se tomaron a justicia por su mano.
Hoy, cuando aquel tiempo de tinieblas se ha evaporado y las nuevas generaciones de vascos nacen y crecen en paz en la Euskadi del bienestar, muchos de ellos sin saber de ese pasado tan estremecedor, continúa pendiente la asunción consciente por la izquierda abertzale del irreparable daño cometido. Un reconocimiento del destrozo individual y colectivo al que coadyuvó la complicidad con los terroristas que se ha vuelto menos exigente, más laxo, en tanto que ya no opera una unidad entre socialistas y populares en la reconstrucción de la convivencia y en la preservación de una memoria veraz; en tanto que Bildu se han ido homologando políticamente, convertida en socio del presidente Sánchez en la gobernabilidad del país. Que esta misma semana un centenar de presos y expresos etarras hayan clamado contra la reinserción supone el descorazonador recordatorio de aquel sectarismo homicida que mató hace 25 años a Jáuregui.