Las agencias de Naciones Unidas urgen al mundo a «inundar» Gaza de ayuda, porque constatan que los indicadores de nutrición de sus dos millones de habitantes «exceden el umbral de la hambruna». Las necesidades de comida, alimentación terapéutica y agua, agravadas hasta el domingo por el bloqueo decretado por Israel, tampoco se ven atendidas de manera adecuada con las restricciones que siguen afrontando los escasos cargamentos que cruzan las fronteras de la Franja. Menos de un centenar de vehículos ha podido operar en los últimos dos días, cuando se necesitaría un mínimo de 500 por jornada. Una brecha que los caros y peligrosos envíos desde el aire no pueden compensar. Movimientos como el anuncio de Reino Unido de reconocer en septiembre el Estado palestino –el segundo país del G7 en comunicar este paso después de Francia– incluyen la exigencia al Gobierno israelí de un alto el fuego y a Hamás de liberar a los rehenes. Sesenta mil muertos después, Benjamín Netanyahu todavía se obstina en acusar a la comunidad internacional de «premiar» a unos islamistas repudiados por la Autoridad Nacional Palestina en la conferencia sobre los dos Estados en la ONU.
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