El calor en un mar de anomalías
La concatenación de olas de calor en junio en coincidencia con la falta de grandes marejadas sería la explicación a este tórrido inicio del verano en las aguas del país
Las inusuales altas temperaturas del Mar Cantábrico y del Mediterráneo constituyen una de las consecuencias aparentemente más llevaderas de la crisis climática. Pero no por ello de menor gravedad. Que el agua de las playas en el Norte se esté situando este verano a 23 grados de media da una idea del alcance de la «anomalía», como apuntan los expertos en las consecuencias del calentamiento global. La concatenación de olas de calor en junio en coincidencia con la falta de grandes marejadas sería la explicación a este tórrido inicio del verano en las aguas del país. Un fenómeno que induce la 'tropicalización' del Mediterráneo, que soporta que el termómetro se mantenga estable en la disparatada cifra de 30 grados. El problema de los cambios meteorológicos desmedidos es que sus efectos son enormes. La influencia del clima extremo se traduce también en un progresivo retroceso de la línea de playa, cada vez más reducidas por el impacto de la pleamar. Especies fundamentales para las pesquerías como el verdel y el bonito han variado sus rutas e incluso se han alejado en busca de aguas más frescas, lo que obliga a la flota a gastar más combustible y agravar con ello la huella de carbono.