El Gobierno de Pedro Sánchez decidió ayer elevar un 53% el techo de gasto del próximo año, que se situará así en 196.097 millones ... en los Presupuestos del Estado. El horizonte sobre el que descansará el proyecto no permite discusión alguna en cuanto a la necesidad de realizar un esfuerzo público de mayúscula magnitud para superar a la mayor brevedad los destrozos causados por la pandemia. El lógico aparcamiento de la ortodoxia financiera en una situación de extrema emergencia está plenamente justificado. Las nuevas previsiones del Ejecutivo hablan por sí solas: un desplome de la economía del 11,2% el presente año, un déficit del 11,3% y una tasa de paro del 17,1%, que empeoran las estimaciones anteriores por los rebrotes y su afección al tejido productivo. Recuperar el nivel de PIB previo a la covid no será posible al menos hasta 2022 y el del empleo hasta el ejercicio siguiente.
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El cumplimiento del sombrío cuadro macro que aprobó ayer el Consejo de Ministros depende de factores que no están del todo a su alcance. En primer lugar, necesita de una evolución epidémica que resulte favorable a la reactivación de la vida social y de la economía hasta el punto de que el crecimiento durante el próximo ejercicio –calcula un 7,2%– se acerque a la contracción del actual. En segundo lugar, el Gobierno da por descontado no solo que España accederá a las ayudas europeas para hacerse valer de buena parte de las mismas durante el próximo año, sino que optimizará la obtención de esos recursos hasta avanzar en la transformación de nuestro modelo productivo. Por último, la suspensión temporal de los límites de déficit para el conjunto de las administraciones ha de ofrecer un margen de actuación razonable al Gobierno central, a las autonomías y a las instituciones locales de manera que no afecte al crédito general de nuestro país en los mercados porque de improviso se dispare la deuda.
El desiderátum de elevar el límite de gasto un 53% resulta plausible en este contexto. El problema está en que se materialice en unos Presupuestos no solo viables porque el Gobierno logre sumar los escaños precisos para su aprobación, sino que resulten equilibrados y ajustados a las necesidades. El optimismo que revelan esos 196.097 millones de techo de gasto solo cobrará sentido cuando se detalle su inversión en proyectos que contribuyan a superar la crisis y crear un tejido económico de futuro.
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