Una dosis de autarquía
La crisis energética y la escalada de precios, o la escasez de materias primas, ha desempolvado la idea de que cada país debe proveerse de los recursos básicos en sectores estratégicos
No solo la prevalencia del virus y las tensiones internacionales han puesto de manifiesto que la interdependencia global va por barrios. Varias naciones responsables previeron ... hace décadas cuál debía ser su proyección en el mundo e implementaron sus fortalezas. Por el contrario, otras aplicaron ingentes dosis de ingenuidad y lo fiaron todo a la buena voluntad de sus socios comerciales. Estas últimas, como España, se muestran aturdidas y contra las cuerdas por haberse instalado en la autocomplacencia. La crisis energética y la escalada de precios, o la escasez de materias primas, ha desempolvado la idea de que cada país debe proveerse de los recursos básicos en sectores estratégicos. Obviamente, no todos los países (y menos el nuestro) albergan en su territorio, por ejemplo, la suficiente cantidad de tierras raras para fabricar los chips que presiden nuestras vidas; China sí. Pero esa materia se encuentra también en otras latitudes y podría emplearse para fabricarlos aquí. Nuestra dependencia fósil es estremecedora y crujen los dientes ahora con el incierto y caro suministro de gas norteafricano, cuando España cuenta con 4.000 kilómetros de costa de la que extraer hidrógeno, un combustible limpio por el que Repsol está realizando una apuesta clara. La eterna laxitud española en asuntos energéticos la constatan los datos extraídos de la Statitical Review of World Energy, que cita fuentes gubernamentales y que conocí en agosto. Alemania genera el triple de teravatios solares que España. Italia, el doble. Reino Unido, como nosotros. Germanos y británicos inundan nuestras playas en busca del sol (!). ¿Da o no que pensar?
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