Días después
Pues no sé qué le diga ·
«No estaría mal que esta partida de póquer que se ha iniciado no durara más de lo necesario; y no solo en los Ayuntamientos, que tienen fecha fija, sino en todo lo demás»Pasaron también las municipales/autonómicas/europeas y se llenó el mapa de colorines variados; en general, más rojo que azul, menos naranja, bastante menos morado, ... y casi nada de verde. Más o menos así quedó la cosa. Y enseguida empezaron las comparaciones con anteriores elecciones del mismo tipo, pero, por la proximidad, con las generales de hace poco más de un mes. No siempre teniendo en cuenta la dificultad objetiva para comparar.
Empecemos por ahí. En primer lugar, se trata de magnitudes distintas; no en todos los sitios hubo elecciones autonómicas, ni en todos los municipios todos presentan candidatura; si acaso, cabría una comparación mínimamente razonable entre generales y europeas, por eso de que estas son en todo el territorio nacional, aunque con caracteres muy distintos. En segundo lugar, el nivel de participación, como viene ocurriendo ya de forma habitual, es bastante más alto en las generales y desciende luego, por motivos nada sencillos de interpretar, en las demás, aunque también de forma desigual.
Así que es preferible renunciar a esa tarea tan vana y tan poco rigurosa como es la de comparar lo desigual. Como mucho, cabe apreciar tendencias y orientaciones, que no es poco; además, en esta ocasión, hay tendencias bastante claras y ha habido coincidencia general en destacarlas, porque están llenas de interés.
Una bien evidente es que a los dos partidos más clásicos (lejos de mí simplificar su identidad y su trayectoria aludiendo a la vieja política) les ha ido mejor que a los dos partidos más jóvenes (por la misma razón me niego a designarlos como nueva política). Obviamente, todo tiene matices; por ejemplo, basta mirar aquí alrededor para comprobar que al PP no le fue bien y basta mirar a Madrid para apreciar que al PSOE, aunque no le fue mal, tampoco le fue tan bien como esperaba, ni es suya toda la responsabilidad del resultado final en cuanto a las sumas insuficientes. Pero la doble evidencia no deja lugar a dudas: si en algún momento, en el pasado más o menos próximo, existió posibilidad real de sustitución de fuerzas políticas en cada espacio (llámenlo 'sorpasso', así en italiano), tal expectativa se ha alejado considerablemente. En el caso de Podemos con respecto al PSOE, tal desengaño ya ocurrió hace tiempo; en el de Ciudadanos con el PP, la distancia se ha agrandado a favor del clásico de manera notable.
¿Quiere esto decir que hay una tendencia de retorno al bipartidismo, aunque sea aún tenue y paulatina? Probablemente no; tal vez dependa mucho de lo que pase en estos próximos tiempos y de cómo sea la actitud de cada uno en lo que hay por delante, que es la formación de gobiernos a todos los niveles, y con necesidad de acuerdos en muchos casos. Pero hay cierto runrún sociológico en el sentido de que los partidos jóvenes no han demostrado suficientemente su capacidad para ser útiles ni han ayudado a la estabilidad o al desbloqueo cuando había que hacerlo; de algún modo, la carga de la prueba se les ha ido invirtiendo y hay ahora una especie de examen de aptitud en estado latente. En el caso de Podemos, la evolución es muy significativa en ese sentido, sin perjuicio de otros errores de configuración y liderazgo; sus resultados en las tres últimas elecciones, más aún que en las generales, lo dice todo. Ciudadanos tampoco cubrió expectativas, pero el examen le viene ahora y no va a poder eludirlo; intuyo que de la forma en que lo resuelva dependerá en gran parte su futuro, y relativamente pronto sabremos si su contumaz inclinación a la derecha ha sido una buena operación, que no lo creo. En ambos casos, el hecho de que resulten decisivos a todos los niveles, desde el Gobierno hasta muchos ayuntamientos y algunas comunidades, no debe llevar a engaño: su importancia política en cuanto dueños de la llave de la gobernabilidad es, a la vez, la razón de la alta exigencia a la que han de verse sometidos en ese examen pendiente. En el caso de Vox, el análisis es bastante distinto, por obvias razones; todavía no tenían antecedentes, pero ya han experimentado por primera vez que el tiempo no juega a favor cuando el ruido no es acorde con la representatividad útil.
Todo lo cual está directamente relacionado con el otro aspecto que destaca en nuestro panorama político. Hasta ahora, las expectativas electorales estaban muy vinculadas a las soluciones posibles dentro de los bloques que se han establecido, y se valoraban los resultados y las opciones de gobierno en cada lugar no tanto por que cada uno hubiera mejorado o empeorado su posición particular, sino en función de la suma interna en el bloque. Ha pasado ya algo más de un mes desde las generales y algo más de una semana desde las demás. Seguramente es pronto teniendo en cuenta todo lo que hay encima de la mesa, pero empieza a percibirse un ambiente de cierta confusión, de falta de claridad en lo que pueden ser las salidas respectivas, quizá de desconfianza en que puedan encontrarse soluciones estables. Creo que todo está condicionado por la sensación de que podrían y deberían encontrarse salidas fuera de los bloques, llámense transversales o como se quiera, pero que, al menos de momento, falta decisión para proponerlo o para intentarlo, de manera que se empieza a preferir poner condiciones no razonables, para tantear o para sondear, antes de plantear más directamente el fondo de la cuestión, o sea, con quién y de qué se está dispuesto a hablar.
De momento, paciencia y que no cunda el pánico. Pero no estaría mal que esta partida de póquer que se ha iniciado no durara más de lo necesario; y no solo en los Ayuntamientos, que tienen fecha fija, sino en todo lo demás, de lo que sin duda habrá que seguir hablando.
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