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Manuel Alcántara, en una imagen de 2009. El Norte
El espigón de Recoletos

Más periodismo en memoria de Manuel Alcántara

Su columnismo nacía de las pugnas entre el Poder y la libertad de opinión, como si por en medio de ellos se abriese el Mar Rojo de la razón periodística

David Felipe Arranz

Valladolid

Viernes, 6 de octubre 2023, 00:01

La columna de la contraportada con aire moderno por excelencia en este diario y en otros muchos del país era la de don Manuel Alcántara ( ... 1928-2019), que traía consigo un recuerdo de periodismo clásico, como un renovador observatorio de pecados y faltas, muy a lo Larra. Saboreábamos otra clase de última página y paseábamos la vista idealmente por sus imágenes atrevidas, giros castizos y análisis audaces, como uno de los últimos, cuando escribió refiriéndose a la momia de Franco que «es increíble que siga ganando batallas cuarenta años después de muerto. Ya nos costó asimilar lo del Cid Campeador y eso que él al menos estaba de cuerpo presente».

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Tan visionario, tan independiente de los poderes y solo fiel a sí mismo, sus señas de identidad claras y limpias siempre revelaban el aristocratismo elegante del oficio. El columnismo español se perfila en la segunda mitad del siglo XX con el «alcantarismo», un periodismo de provincias más universal y cosmopolita que el provinciano de la capital. En su Málaga natal acabamos de reunirnos varios devotos de su legado, convocados por la Fundación que lleva su nombre, en el X Congreso Internacional de Periodismo, con apoyo de la Diputación de Cádiz y codirigido con sabia mano por Guillermo Busutil y Agustín Rivera, amigos y discípulos aventajados del ilustre malagueño, para sacar a la luz estos dos días tan lúcidos una suerte de Diario Alcántara con sus diferentes secciones.

«Los españoles nos tememos que las cuentas presentadas por Sánchez y su Ejecutivo acaben siendo las del Gran Capitán», concluyó para siempre Alcántara, porque su columnismo nacía de las pugnas entre el Poder y la libertad de opinión, como si por en medio de ellos se abriese el Mar Rojo de la razón periodística, aquella su simpática y brillante arteria de imparcialidad.

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