Iba

Una cuestación

Los refugiados ucranianos están acostumbrados a la guerra y las hambrunas. El marquesito no

Viernes, 15 de abril 2022, 00:11

Ahora que es tiempo de recogimiento debería emprenderse una cuestación popular para socorrer no a los refugiados de Ucrania, sino a ese pobre aristócrata, Luis ... Medina, que solo tiene 247 euros en el banco. Lo vemos en los telediarios probándose continuamente chaqués y esmóquines, pero debe de ser ropa prestada. Modistos cristianos o dueños de boutiques con tendencia a la dádiva que dejan al muchacho de la buena percha probarse sus prendas, lucirlas un rato delante de los focos. Los flashes son el pan del cogollito. Estas personas se alimentan de papel cuché y del relámpago fotográfico. Pasado ese trance lo único que les aguarda es la penumbra y el hambre. 247 euros que con la inflación galopante pronto serán 24,7.

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Debemos tener conciencia, ponernos en el lugar del pobre Medina. Los refugiados ucranianos, esas mujeres y niños que dejaron atrás sus cosas -por valor de más de 247 euros seguro- están acostumbrados a eso de la guerra, el comunismo y las hambrunas. Pero el marquesito, el marquesito no. El marquesito está acostumbrado a los veleros, a la vida dura del posado, sin sueldo y sujeto –como el peor de los autónomos, es decir, de los equilibristas callejeros- al albur de las comisiones, esa flauta que no siempre suena. Y cuando se cobran las comisiones, ya se ve, se va todo en tapar agujeros, como los afortunados de la lotería navideña que parecen tener todos vocación de albañiles, siempre tapando agujeros. Pues el marquesito, condesito o lo que sea -porque lo del título tampoco está claro- tenía tantos agujeros que el millón de euros de las mascarillas se le ha evaporado de la noche a la mañana. El pobre. 247 euros quedan en la cuenta a la espera de que llegue el recibo de la luz y le ponga los números en rojos sacándole los colores al aristócrata.

Una desgracia que podemos evitar entre todos. Ya Lola Flores, después de defraudar a Hacienda, dio con la fórmula mágica. Una peseta por español. Eso nos pidió la Lola de España. Eso no era nada para nadie y a ella la sacábamos del atolladero. Si los demás habían pagado a Hacienda como unos pringados era lo de menos, lo que importaba es que ella recibiera sus cuarenta millones. Lo mismo tenemos que hacer con el marquesito. No importa que este muchacho no haya tratado de hundir los tablaos a zapatazos. Él y su Pescaílla, su socio, también son gente de la farándula. Un euro por cabeza. Hay que ser solidarios. De hecho, los madrileños ya han aportado su cuota. Seis millones de euros han dado en eso que dicen que son comisiones pero que en realidad no es otra cosa que ayuda humanitaria, socorro para el marquesito o lo que sea.

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