Mikel Casal

De los consejos que hoy daría don Quijote a Sancho

«No cedas a irregularidad alguna, ni aún respaldado por quien pudiera tener autoridad sobre ti, porque el subordinado al que se le permite infringir las normas debe asumir él mismo su responsabilidad, sin poder repercutirla o elevarla hacia quien le concedió esa libertad»

Arturo Rodríguez-Monsalve Garrigós

Jueves, 31 de diciembre 2020, 07:29

El capítulo XLII de la segunda parte del Quijote recoge los consejos que dio don Quijote a Sancho, antes que fuese a gobernar la ínsula ... Barataria. Le dice entre otras cosas: «Si tomas por medio a la virtud, y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a príncipes y señores, porque la sangre se hereda y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale».

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Sería difícil imaginar los consejos que pudiera dar hoy don Quijote a cualquiera que fuera a ocupar un cargo, pero es posible que no estuvieran muy lejos de los que proponemos aquí:

«En primer lugar, actúa siempre con prudencia. Sé reservado. No descubras a todos tus pensamientos, pues mantener la duda sobre la opinión que tenemos de un asunto crea expectación. Si tienes que responder a un agravio, sé cauto y no te dejes arrastrar por el impulso.

»No avances a nadie tu candidatura a un puesto o cargo político; que solo lo sepan quienes van a proponerte, porque, aunque una gran mayoría considere adecuado tu nombramiento, siempre habrá una minoría que, aunque parezca insignificante, se moverá en tu contra con mucha más fuerza que toda esa gran mayoría que la acepta con pasividad. Tenlo esto muy presente, ya que puedes perderlo todo por una indiscreción. Y piensa, por el contrario, que hay gente tan maquiavélica que, cuando quiere eliminar políticamente a alguien, lanza con antelación el rumor de que este es el candidato, y el tiempo y los contrarios se encargarán de inmediato de cerrarle las puertas.

»Una vez que tomes posesión del cargo, no quieras renovarlo todo; es muy importante que sepas escuchar, incluso al que ocupó el cargo antes que tú. Evita contradecirte o rectificar y procura que no te vean dudar, pues te miran más ojos de los que te piensas y vislumbran sombras en detalles de estados de espíritu que ni tú mismo sospechas. Cuando dudes de una propuesta, reflexiona sobre ella, consulta a personas entendidas o a compañeros con experiencia y, si persiste tu indecisión, lanza un globo sonda y verás el acierto o no de tu propuesta antes de hacerla pública.

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»No cedas a irregularidad alguna, ni aún respaldado por quien pudiera tener autoridad sobre ti, porque el subordinado al que se le permite infringir las normas debe asumir él mismo su responsabilidad, sin poder repercutirla o elevarla hacia quien le concedió esa libertad. Ten en cuenta que en política hay unas normas no escritas que deben respetarse, que difieren claramente de las que rigen en la sociedad. Y aplicando esas normas nunca tienes asegurada la lealtad, porque esta se exige únicamente hacia arriba, jamás hacia abajo.

»Nunca des a entender que los asuntos son fáciles, pues los convertirás en vulgares, ni seas excesivamente modesto, pues eso te dañará más de lo que te pueda favorecer. Si nos colocamos en un nivel más bajo del que realmente estamos, muchos espíritus finos verán la injusticia que nos hacemos a nosotros mismos; pero otros, los más, creerán nuestras palabras y se guiarán por los testimonios que les hemos facilitado. No te sorprendas por lo que te voy a decir, pero, cuando encuentres el momento adecuado, aprovecha la ocasión para lucir tus cualidades. Verás que hay algunos que con verdadero arte sacan provecho hasta de lo más pequeño. Tú, en cambio, hazlo con moderación, nunca con exceso, porque tiene más valor el hecho de que intuyan o descubran tu perfección a que la vean porque fuerces su atención. Recibirás entonces el mayor aplauso.

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»Debes mostrarte flexible en tus opiniones; a veces hay que ceder para vencer, inclinarse para ser enaltecido o renunciar para ganarse a los demás. Ahora bien, no permitas nunca que la alabanza o el halago de algunos, o tu deseo de complacer a otros, te lleven a retroceder ni una pizca en los principios que siempre has mantenido. Muéstrate firme entonces. Porque quien es manejable y bonachón, antes o después, será objeto de abuso de pícaros profesionales que abundan en todas las épocas.

»Si tuvieras que pronunciar un discurso, te aconsejaría que tuvieras en cuenta que este aspecto de la política tiene algo de contradictorio y misterioso, porque a veces una simpleza propuesta con elegancia y expresada con gracia y bien adornada obtiene mayor aprobación que otra sensata, prudente y acertada pero razonada burda y toscamente. Piensa que todos, cuando prestamos oídos, preferimos que nos cautiven a que nos instruyan.

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»Si me preguntas qué sentimiento le queda a uno cuando cesa en un cargo, te diría que todo se vuelve en su contra. Quien lo sustituye evita reconocer los méritos de su antecesor porque, según piensa, disminuirían los suyos, sin darse cuenta de que al valorar los méritos ajenos se valora a sí mismo. Los enemigos a quienes ofendió mientras gobernaba le recordarán sus ofensas, y los amigos a quienes benefició se diluirán, porque no siempre pudo complacer a todos ellos en sus pretensiones. Parece como que todos se olvidaran de uno y de las cosas que hizo.

»Y si me pidieras un último consejo, te diría que siguieras lo que prescribe el libro del 'Deuteronomio', que expresa con estas palabras el siguiente mandato: «No aceptes regalos, porque los regalos ciegan los ojos de los sabios y corrompen las sentencias de los justos».

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