El espectáculo contenía todos los ingredientes para el divertimento. El cartel lo copaban Aznar, Sarkozy, Ayuso e incluso Vargas Llosa, emasculado por la Preysler, esa ... mantis religiosa que devora a los machos tras aparearse. Los parias de esa almidonada convención no se vieron decepcionados. Los Borgia de la derecha hispana culminaron el éxtasis eferente en su feudo levantisco, con la coda de la emisión pseudolegal del himno nacional. Al programa circense no le faltaba detalle. Habían invitado a Paco Camps como tributo a los bestiarios. En la sección de los equilibristas brillaron estelarmente Feijóo y Mañueco, el primero, situado en la retaguardia; el de Salamanca, pluriempleado monosabio y tragasables en el ruedo. También Rajoy copó su espacio como pierrot. Aznar ya había calentado el albero días atrás, descojonándose imprudentemente de los ignorantes y desagradecidos latinoamericanos, interactuando con el escritor Nobel peruano, a quien la elección democrática de los pobres le provoca una enojosa gonorrea. El tándem de augustos lo completó Nicolas Sarkozy, condenado por corrupción. El exmandatario francés urgió a Casado a que se convirtiera en 'président rapidement'. En el trapecio, nuestra actual Pinito del Oro-Díaz Ayuso. La epifanía de la 'show-woman' se hizo esperar y pareció desinflarse a causa de la atmósfera de la claque. Tranquilizando al líder con un mensaje condescendiente, dijo a todo el mundo que su techo estaba en Madrid. Eso es no decir nada o todo, porque La Moncloa también luce en la capital de España, 'am's a ver. Imaginen las carcajadas de Miguel Ángel Rodríguez. El casado casa quiere y Pablo anhela una enorme. Todo claro: somos la derecha de toda la vida (yo más), sin centros, el PP es una piña (como las granadas de mano). Seamos Nox.
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