El cielo está turbio, sucio, marrón. Las calles, las copas de los árboles, los coches… Todo está cubierto de una capa de tierra, de barro ... seco, como si un poderoso viento del Este hubiera arrastrado hasta aquí los escombros de los edificios bombardeados de Kiev. No les voy a decir nada de la guerra, de geopolítica sólo sé el dolor que provocan estos conflictos, ese dolor tan local, tan universal. Esa desesperación que siempre presumimos ajena pero que un día, el menos pensado, llama a nuestra puerta. Qué cerca está Ucrania y qué bien hablan español tantos ucranios.
Publicidad
Son días raros, hace tiempo que vengo diciéndoselo. Días turbios como este, con el cielo de arena. Se van apagando luces, vamos apagándolas. Un mundo cada vez más oscuro, más ciego. Vendrán más años malos y nos harán más ciegos, nos advirtió Ferlosio. Aquí, donde nos tenemos guerra; donde, a poco que nos empeñáramos, la vida podría ser dulce como aquellos besos, elegimos a Vox para que entre en el gobierno. ¿Por qué? Vox está en contra de la inmigración, pero estamos quedándonos solos. ¿Acaso tenemos problemas de exceso de población, de riadas de inmigrantes?
Violencia de género, violencia intrafamiliar. Tendremos un ejército de hombres asesinados por mujeres, viudas asesinas a las que malpagar. Vox clama contra Europa, Europa es nuestro bienestar, pero votamos a Vox. Vox no quiere autonomías. Qué habría sido de nosotros sin ellas, pero votamos a Vox. Se nos ha olvidado de dónde venimos, cómo éramos antes. Hemos traído a Vox y está en el gobierno con todo el derecho, pero quiera Dios que no tengamos que arrepentirnos. Estamos para pocos sustos, cogidos con hilvanes.
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión