Si me lo hubieran contado pensaría que me estaban tomando el pelo. Pero no. Lo oí yo, con mis propios oídos, y además sucedió en ... una peluquería. Barbería, las llaman ahora. Quizá para que, en estos tiempos de incredulidad pongamos la nuestra a remojar… La barba, entiéndase. El caso es que cuando me encontraba como sujeto pasivo de la acción trasquiladora de Rubén, a quien por cierto me cruzo todos los días laborables a las 8 de la mañana junto a la plaza Mayor con su ejemplar de El Norte de Castilla bajo el brazo, cuando otro cliente accedió al local. Y con él su perro. Un espléndido y hermoso ejemplar de pastor alemán, de pelo negro.
Publicidad
Apenas quedaban dos o tres tijeretazos para acabar con la faena desbrozadora, y el dueño del can, un varón joven, con voz suave, casi de ternura contenida, se dirigió al animal llamándole bebé. Y si bien no manejo el asunto filológico ni semántico con reseñable destreza, me da a mí que un perro de pocos meses es una cría. Y que el término bebé debe utilizarse, o al menos es su uso habitual y canónico, para los seres humanos. Todo puede ser que haya nacido un neolenguaje, o paralenguaje, que introduce elementos emocionales y de transferencia afectiva. Un translenguaje, de tal modo que la identificación inicial de afectos permita utilizar la palabra aunque cambie el objeto o el sujeto amado.
Uno de los vectores que ejerce una mayor influencia social es el que permite la usurpación (involuntaria por ellos, desde luego) por animales de lo que antes eran sentimientos vinculados con seres humanos. El animalismo, y las formas woke del mascotismo, son los movimientos de mayor militancia en esta dirección.
La gente, el gentío, necesita querer y ser querido. O imaginárselo. Y ya no solo con y por seres vivos. Recordemos aquellos juegos en los que había que alimentar a un ser virtual. Y como el amor en su madurez exige elementos afectivos sólidos y equilibrados, el personal se busca relaciones sustitutivas. Un perro. Por ejemplo. Que no te obliga a dejar de ver Tele5, ni te afea la conducta si llevas una semana con los platos sin lavar en el fregadero.
Publicidad
De modo paralelo, y no por casualidad, dado que se trata de los mismos resortes emocionales, la vida del vecino cada vez importa menos. Mejor desentenderse, no vaya a ser que un día necesite ayuda.
Pagué el corte de pelo, me despedí, con un roce cariñoso en su cabeza del bebé de cuatro patas, y dije hasta luego a su dueño. Pensé en las próximas palabras que iban a definir al perro cuando crezca… En el próximo corte, si coincidimos, el animalito ya será todo un chaval. ¡Guau!
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión