Imagen de un balón de fútbol. El Norte
Dura lex, sed lex

Un balón

«Si hay que sacar alguna tarjeta por infringir el reglamento solo la recibe quien pierde tiempo»

César Mata

Valladolid

Domingo, 19 de octubre 2025, 08:40

Son incorregibles estos chicos. Los del partido del jueves por la noche. Nada, que les dio por decir a los muy cachondos que no me ... preocupara, que los 60 de ahora son los 59 del año pasado. Ironía antiedad, aplicada con carácter retrospectivo. Era el momento de las patatas y las cervezas, esta vez a cargo de mi bolsillo. La carga gozosa que soporta quien ha cumplido años. Dice el reloj que casi toca arrancar la hoja diaria del almanaque, una hora entre dos aguas, un momento redondo, de complicidad esférica. Como el balón tras el que minutos antes corríamos de un lado a otro del campo. Las disputas, de tan nobles, ya nos hacen sospechar que jugamos con el depósito en la reserva.

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En el bar vuelve a activarse la amistad. No es que los partidos sean a cara de perro, pero durante el tiempo en el que simulamos que hacemos deporte quedan suspendidos los vínculos fraternales entre jugadores que no sean del mismo equipo. El elemento competitivo no ha desparecido pese al paso del tiempo, un gen adquirido desde la niñez, siempre detrás de la pelota en las calles del barrio y en aquellos campos de tierra. Incluido el que estaba donde se levantó el edificio de El Corte Inglés, en el paseo de Zorrilla. Que en invierno bien podía ser catalogado como humedal digno de acoger aves migratorias. Qué charcos, madre mía.

Claro que incluso en un mismo bando surgen los cortocircuitos. Vamos, que igual no le pasas el balón a quien está en posición franca para anotar un perillo y, así, sin contemplaciones, a quemarropa, te suelta un 'qué pasa, que te debo dinero'. Un pequeño enfado a cobro revertido, nada grave.

He de confesar que el del jueves pasado no fue un partido para enmarcar. Salvo un extraño baile de un compañero de equipo, tras un traspiés, flotando sobre el parqué, en un giro espasmódico, lo demás no dio mucho de sí. Ni siquiera me pude consolar con un caño o un gol de vaselina, pequeñas gratificaciones que me permiten compensar esos balones a lo que ya no llego. O más despacio, o hace quince años…

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Pasan los años y, qué narices, cada vez corremos menos y jugamos peor. Pero la amistad, como el vino (siempre que las uvas sean de calidad, ojo), mejora, se templa, y adquiere esos tonos serenos y profundos que la ennoblecen, en paralelo a la consciencia de la esencia argumental y temporal de la existencia. La vida, como dijo Gil de Biedma, va en serio. Así que si hay que sacar alguna tarjeta por infringir el reglamento solo la recibe quien pierde tiempo. Mientras ruede el balón la vida continua.

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