Nancy Pelosi invadió ella sola Taiwán (la China decente) y se desencadenó el pandemonio. Es la tercera autoridad de su Estado, como nuestra Meritxell Batet, ... pero a escala imperial; no la de una colonia. Desde que destripé mi primer Macintosh en 1990, sé que aquella isla crea los chips que presiden nuestras vidas. La jefa del Congreso estadounidense soliviantó al Contrapoder. Maniobras de artificio, ruptura de relaciones en asuntos comunes, ruido y blablablá. Esto, que pareciera envuelto en una agitación relativamente secular, sería saludable para afianzar nuestros anhelos de soberanía productiva y sustanciarla globalmente en un ambicioso plan occidental tras la invasión rusa de Ucrania y los estertores pandémicos. Hasta Pedro Sánchez aterrizó para vender sus cosas: España será el 'hub' que fabricará chips en masa. (Mi rúter proviene de Túnez, es decir: rebajen sus ilusorias expectativas pecuniarias quienes pretendan currar en nuestras inéditas factorías).
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EE UU y la UE relocarizarán esta actividad a través de ententes con los taiwaneses. Pero el plan debería ser más ambicioso. Es necesario que la anhelada soberanía se extienda al ámbito alimentario, cuya falla emergió tras conocerse que el girasol, los cereales y los fertilizantes que los nutren llegan desde Ucrania y alrededores. No tengo fe en que se revoque esta inercia.
En un acomodo mío de la fábula 'pedrolobezna' de Esopo, Occidente se desinflará en su afán por la autosuficiencia. La Historia es tan tozuda que no da pábulo a otras alternativas. La guerra rusa será larga; incluso puede que se enquiste tras el armisticio, pero la que es hija del empirismo es la estupidez humana. Apuesto a que volveremos a los viejos usos y costumbres cuando se contengan las escorrentías.
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