La monarquía española es muy frágil. Nunca antes fue tan cuestionada como ahora, y el Gobierno está muy preocupado por la estabilidad de la institución ... y, por extensión, de la continuidad del actual sistema constitucional. No veo probable que el rey emérito aparezca en los telediarios sentado ante un tribunal, dados los precedentes que todos sabemos con el asunto de Urdangarin y la entonces infanta Cristina. Las explosivas declaraciones de Corinna Larsen, antigua amante de don Juan Carlos, han hecho temblar los cimientos de la Corona de Felipe VI.
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Alarmado por el escándalo de las comisiones cobradas por su padre, renunció en vida a su herencia, por si acaso. Las relaciones del Borbón abdicado con empresarios, gerifaltes árabes y testaferros, que movían su fortuna para tratar de ocultar una mancha de petróleo enorme, han sido vanos intentos de esconder la presunta mala praxis de quien se labró un prestigio internacional durante la I Transición.
Don Juan Carlos es un tipo generoso. Regaló 65 millones de dólares a su amante por amor. Eso es querer a alguien, no un triste frasco de colonia el día de tu cumpleaños. Hay quienes defienden que el emérito ha hecho su trabajo, es decir, obtener jugosos contratos para las empresas españolas. Es una forma de verlo. El problema es que aún se desconoce el alcance de las gestiones y comisiones que ha atesorado a lo largo de sus años de reinado.
Me pregunto si doña Sofía tiene separación de bienes en su matrimonio. Nadie habla de ella en este asunto, pero me preocupa que alguien que ha sido tan profesional se vea salpicada por los escándalos de su esposo.
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