«El que avisa no es traidor», dice el refrán. Pues mal, aquí y ahora lo único que nos sobran son avisos. Como el espacio ... aprieta, solo recordaré tres.
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Primero: en plena apoteosis de autocomplacencia, el doctor Sánchez se autoproclamó 'el máximo representante'de la nación en una de sus vanidosos monólogos propagandísticos, que no ruedas de prensa. Pero resulta que la Constitución asigna ese alto cometido a las Cortes en cuanto a la nación y, respecto al Estado, al Rey.
Segundo: Pablo Iglesias, vicepresidente segundo, que a veces parece quien manda, dejó caer en una de sus inquietantes comparecencias que «toda la riqueza del país» estaría supeditada «al interés general», interés naturalmente sometido a su arbitrio. Pues no, porque la Constitución garantiza, entre otros derechos, la libertad de empresa y descarta las imposiciones tiránicas.
Y tercero: Tezanos, presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas, habría dejado entrever a través de una pregunta capciosa que la libertad de información molesta al mando, quizás partidario de volver a las notas oficiosas de Primo de Rivera, cuando aquel general golpista imponía a los periódicos la publicación de sus ocurrencias.
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Tres avisos, decía, pero cómo dar al olvido una de las habituales perlas de la ministra consorte y panderetona: la Comunidad Europea, ha declarado, tendría que enfrentar la pandemia de la covid-19 con una respuesta «feminista» y «antifascista». Como payasada, insuperable.
Tres avisos cuando menos desasosegantes y un estrambote grotesco.
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