Pedro, ese hombre
«A Sánchez los suyos le perdonan todo, quizá porque hace tiempo renunciaron a pensar por sí mismos y a poner en cuestión la actuación de su objeto de veneración politica»
Constituyen, sin duda, una tribu singular. Rozando en ocasiones el fanatismo, se tirarían por un puente o se arrojarían desde el balcón de un décimo ... piso si su líder se lo pidiera. Ven por sus ojos y les parece extraordinariamente bien todo lo que éste diga o haga porque, en su concepción de la política, Pedro es un regalo para España. El hombre elegido por los dioses para salvar a nuestro país del fascismo, la ultraderecha, los retrocesos democráticos, el averno franquista y de todos los males sin mezcla de bien alguno. Si concede indultos a los golpistas catalanes, a los suyos les parece bien; si les concede una amnistía, mejor aún; si antes decía que era una medida que no tenia cabida alguna en la Constitución, disculpan y comprenden su cambio de opinión; si prometió traer a Puigdemont y ponerlo a disposición de la justicia, comprenden sus negociaciones con el prófugo en Waterloo porque sus siete magros votos son los que permiten que su amado líder continúe en la Moncloa cerrando el paso a Feijóo, Ayuso, los de Vox y los suyos propios que critican sus actuaciones erráticas sin complejo alguno ni tener que demostrar que son de izquierdas desde mucho antes de que él se dedicara a la política.
Publicidad
Los fieles de Sánchez son muy de Sánchez, muchísimo. En su defensa, organizan actos, firmas, concentraciones y batidas en las redes sociales en plan partidas de la porra para denigrar a quienes se atreven a poner en duda los designios del líder. Es lo mismo que le estallen casos de presunta corrupción en su entorno íntimo familiar o en sus más cercanos en el partido, da igual que el discurso feminista que exhibe se vea negado por una panda de golfos que se llevaban el dinero y frecuentaban los lupanares con habitualidad de grandes clientes. Todo eso no puntúa, no se tiene en cuenta a la hora de glosar las bondades de un héroe de nuestro tiempo con resabios caudillistas y una facilidad pasmosa para incumplir sistemáticamente la palabra dada.
Cuando se retiró cinco días a pensar si merecía la pena continuar en el cargo, los 'groupies' se abalanzaron a la calle Ferraz de Madrid con lágrimas en los ojos esgrimiendo el dolor de su orfandad. A Sánchez los suyos le perdonan todo, quizá porque hace tiempo renunciaron a pensar por sí mismos y a poner en cuestión la actuación de su objeto de veneración política. Es curioso reseñar que en esa concepción de hombre providencial llegado para salvarnos, hay altas similitudes con el trato dispensado en su día a la figura de su némesis, el general Franco, y también que, seguramente, Sánchez es el gobernante actual que más puntos de coincidencia tiene con el denostado Donald Trump. Los extremos se tocan, y lo de Pedro es más sobrenatural que propio de este mundo. Solo así se explican sus siete años en la Presidencia del Gobierno diciendo unas cosas y haciendo otras, prometiendo esto y obrando aquello, mintiendo compulsivamente y, lo que es más grave, creyéndose sus propias mentiras.
Pedro es el más listo, el más guapo y el mas alto. El faro de las izquierdas, el vigía de las esencias ideológicas más conspicuas y el camino a seguir para no caer en el fascismo reaccionario que representan todos aquellos que no acatan sus designios y osan criticar las decisiones superiores que adopta. Los fieles más fanáticos parecen hacer suya aquella frase genial de 'Amanece que no es poco', de José Luis Cuerda: «Todos somos contingentes, Pedro, pero solo tú eres necesario». Tal cual.
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión