El oficio de volver
«Septiembre es un claro parteaguas y la vida parece estar determinada a ofrecer una nueva dimensión esperanzadora antes de que llegue el frío invierno. De momento, toca volver y asumir que el tiempo de asueto ha quedado atrás»
Era prácticamente ayer cuando nos íbamos y ya hemos regresado. Como todos los años el ultimo día de trabajo nos parecía el prólogo a una ... etapa larga e inacabable de ocio y disfrute. Luego resulta que la cosa tampoco ha dado para tanto; que sí, ha estado muy bien, pero tampoco tiramos cohetes por un tiempo de ocio que nunca resulta tan apasionante ni disruptivo como pensábamos. La vida, al fin y al cabo, es como es y resulta bastante alejada de novelerías y aventuras de película. Durante muchas jornadas no hemos madrugado, olvidamos la cara de nuestros jefes, hemos comido y cenado a la hora que nos ha parecido, ha caído algún libro (siempre menos de los pensados), hemos ganado, quizá, un par de kilos y, sobre todo, vivimos un estival sueño de libertad, una situación que, por desgracia, no regresara hasta dentro de once meses.
Ahora toca volver, olvidar la hamaca y regresar adonde solíamos, estrenar agendas y planes de cara al nuevo curso. Septiembre es, en realidad, un enero bis, un tiempo para elaborar objetivos en la certeza de que muchos de ellos van a quedar colgados como proyectos en el aire o lagrimas en la lluvia. Nos ha pasado siempre y sabemos que nos volverá a ocurrir porque es nuestro propio signo vital. Las editoriales han intuido siempre que este es un tiempo propicio para los buenos propósitos, por eso lanzan a la vuelta del verano los fascículos de inglés, las colecciones de literatura universal y los cursos de psicología orientados a la felicidad personal. Del mismo modo, los gimnasios acumulan en estos días inscripciones que resistirán solo un par de clases y los herbolarios venderán más depurativos de alcachofa y rábano negro que nunca ante las convicciones volátiles de adelgazar y ponerse a tono de cara a la nueva temporada.
Pero no se preocupen, esto ha sido siempre así. En este mundo nuestro del periodismo, los diarios, las cadenas de radio y las televisiones, también se sucumbe a estos principios renovadores, por eso se acicalan páginas, secciones y parrillas con el fin de dar una apariencia nueva a sus ofertas. Lo malo, si me permiten, es cuando algún preboste de la cosa pronuncia las palabras malditas, esas que dicen: «vamos a rejuvenecer los contenidos y el público», sin saber que la respuesta a tales pretensiones genéricas la dictó magistralmente Manuel Martín Ferrand en los viejos y buenos tiempos de Antena 3 de Radio. En una reunión celebrada a la vuelta del verano uno de sus directores territoriales le argumentó que había que renovar una programación que funcionaba admirablemente bien para que se acercaran a la cadena como oyentes las capas más jóvenes de la sociedad. Manolo, con esa sabiduría y retranca gallega que exhibía, le dejo hablar, hizo una pausa valorativa y le espetó lo siguiente: «Hermoso, lo de los jóvenes se arregla con el tiempo. Hagamos lo que tengamos que hacer que ellos ya vendrán en su momento. Es una simple cuestión de biología».
Estamos inmersos en un momento de renovación y cambios en todos los campos de actividad. Septiembre es un claro parteaguas y la vida parece estar determinada a ofrecer una nueva dimensión esperanzadora antes de que llegue el frío invierno. De momento, toca volver y asumir que el tiempo de asueto ha quedado atrás. Si tienen trabajo no se quejen, por favor, del irritante e injusto síndrome posvacacional, y den gracias. A pesar de todo, hay quien no tiene ni idea de la inmensa fortuna que supone tener un sitio al que regresar.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión