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La portavoz de Junts en el Congreso, Míriam Nogueras. EP
Dados rodando

¿Junts es progresista?

«Con ese ojo político no es de extrañar que la legislatura descarrile, estemos aún sin Presupuestos y el PSOE haya perdido la brújula»

Antonio San José

Valladolid

Martes, 7 de octubre 2025, 07:04

Pues ya ven ustedes, toda la vida analizando en los medios la política de este bendito país y hasta ahora no había caído en la ... cuenta de que Junts es una fuerza política progresista. Despiste terrible el mío. No sólo no había reparado en ello, sino que, además, si me hubieran preguntado tal cosa habría respondido de inmediato que si juntas el nombre de los herederos directos de Jordi Pujol y el 3% con algo que suene a progreso, tienes, en si mismo, un oxímoron en toda regla.

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Pedro Sánchez salió de su atormentada investidura con unos apoyos tan pintorescos y heterogéneos que, con razón, el sagaz Alfredo Pérez Rubalcaba calificó aquello como «Gobierno Frankenstein», un engendro con el que lleva ya siete años en el Palacio de la Moncloa. «¡Somos más!», proclamaba ufano nuestro presidente. Y sí, en votos parlamentarios tenia razón, pero desde el punto de vista ideológico se hacía múltiples trampas en el solitario. Ahora resulta que para Sánchez el 'spin off' de Convergencia Democrática de Catalunya es un partido de progreso, en lugar de verlo lo qué es, una formación conservadora con una ideología que en materia de inmigración, por ejemplo, está casi más cerca de Vox que del Partido Popular.

Claro que el presidente también veía como progresista al PNV (qué Santa Lucía le conserve la vista), y ya puestos, que le ampare también la Virgen de la Candelaria al incluir en esa ecuación a Coalición Canaria que siempre se ha caracterizado por funcionar a tarifa, pactando con unos y otros en función de sus exclusivos intereses. De modo que con ese ojo político no es de extrañar que la legislatura descarrile, estemos aún sin Presupuestos y el PSOE haya perdido la brújula con la que atisbar apoyos en el Congreso que hoy, sencillamente, se han disipado a su derecha (Junts, CC, PNV) y a su izquierda (Podemos y Sumar). Únicamente les queda el aliento inmaccesible de Batasuna, pero si se conforman con eso su futuro puede presentarse más negro que el reinado de Witiza. En fin, cada cual se suicida como quiere.

Uno se hacía cruces pensando como en ese 'melting pot' del Gobierno habitaban inquilinos tan diferentes como antagónicos. Mientras Yolanda Díaz e Ione Belarra exhiben sus indisimulados odios, coinciden en que este país debe abrir todas las puertas a la inmigración sin poner límite alguno. Sin embargo, en esa coalición contra natura está Míriam Nogueras que exhibe, a juicio de Sumar, una postura más próxima a la xenofobia, por razones de lengua e identidad catalana, que a la aceptación sin ambages de personas procedentes de África o Latinoamérica. La portavoz parlamentaria de Puigdemont, cree ver en estas llegadas el virus que diluirá la catalanidad por razones de lengua y costumbres. Con estos mimbres, debe de pensar que no se construye un país propio y también que su particular identidad queda tan cuestionada que amenaza con echar por la borda todo el trabajo que Jordi Pujol trenzó hábilmente durante muchos años utilizando la televisión publica (TV3) y la educación excluyente impartida únicamente en catalán.

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Así la cosas, los propios socios del Gobierno se han aliado con los adversarios políticos de Sánchez para cargarse con entusiasmo el traspaso a Cataluña de las competencias sobre inmigración que ya le habían prometido varias veces a Carles Puigdemont. Ahora, éste se queda de nuevo con un palmo de narices, sin ser amnistiado, sin poder regresar, sin que se haya admitido el catalán en Europa como lengua oficial y sin crédito político alguno. Sánchez lo ha vuelto a hacer.

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