Cuando Vox irrumpió en la política autonómica con sus 13 procuradores, uno de los propios sentado en la Presidencia de las Cortes y otro como ... vicepresidente de la Junta, toda España miró de pronto a Castilla y León. Políticamente, se entiende. El exotismo atrajo entonces a una multitud de periodistas y medios que pocas veces rondaron por aquí antes (ni después). Y el pasillo de acceso al hemiciclo de las Cortes, donde se intercambiaban saludos, algún intento de pregunta o una invitación a un café, se llenó de plumillas igual de extravagantes. Que si uno de El Intermedio, que si otro de Al Rojo Vivo, que si el bulero Negre, que si OK Diario...
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Después de poco tiempo, los parlamentarios más incómodos con esa situación empezaron a utilizar el pasillo B. El que discurre por detrás del hemiciclo, paralelo, con menos glamur, más despachos de funcionarios y, eso sí, sin un solo periodista. Primero fueron PP y Vox, o viceversa, no seamos injustos por una desmemoria. Después, hasta el PSOE de Luis Tudanca en los momentos de más tensión. Y ahora ya todos. Prácticamente ni un solo procurador desfiló el otro día por el pasillo oficial, el de las banderas, el de las placas conmemorativas en la columna de hormigón. Todos por detrás, por las bambalinas, no sea que alguien pregunte. Con lo molesto que es eso.
Por si era poco con las convocatorias «solo gráficos» y las comparecencias «sin preguntas», ahora a la política del escondido se le suma la «huida por el pasillo trasero». Son tres cobardías juntas, lo que suma una cobardía inmensa, pero además son tres faltas de respeto a los que estamos ahí para preguntar en nombre de los que no pueden hacerlo. O sea, usted. Tendremos que cambiar de pasillo, ¿no?
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