Ibarrola

Ante el Congreso del PP de Valladolid

La falta de una temprana reorganización, unida a la ausencia de un proyecto político claro para la ciudad y la provincia han hecho que la opción del Partido Popular haya dejado de ser vista como una alternativa ilusionante para muchas personas

Pablo Trillo-Figueroa

Martes, 23 de marzo 2021, 07:48

El Partido Popular de Valladolid celebra este próximo fin de semana su XV Congreso (extraordinario) en una situación política excepcional. Al margen de las dificultades ... que la crisis sanitaria provocada por la covid-19 trae consigo, España se encuentra en un momento de enorme convulsión política. La gran fragmentación política a izquierda y derecha del espectro hace muy difícil la construcción de un proyecto político y social a largo plazo, donde pesen más los intereses reales de los ciudadanos que los objetivos cortoplacistas de los gurús y expertos en sociometría que pululan por las cúpulas de los partidos.

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Es, sin embargo, en tiempos recios como éstos cuando aparece la fortaleza de las organizaciones. Hacer de la necesidad virtud es la regla básica de la supervivencia humana: cuando imponderables fuera de control obstaculizan la ejecución de planes perfectos, sólo queda echarse a la mar y tratar de navegar −lo dice un Oficial de la Armada− con el viento tempestuoso, manteniendo firmemente el timón. De este modo, lo que parecía una barrera insalvable se convierte en un factor positivo en la senda emprendida.

Éste es el gran reto que hoy tiene por delante el Partido Popular de Valladolid. Los últimos años no han sido, desde luego, fáciles. Desde que el tripartito socialcomunista arrebatara la Alcaldía de Valladolid al ganador de las elecciones de 2015, el Partido Popular de Valladolid ha ido colocándose en una situación de indiferencia para muchos ciudadanos. La falta de una temprana reorganización, unida a la ausencia de un proyecto político claro para la ciudad y la provincia han hecho que la opción del Partido Popular haya dejado de ser vista como una alternativa ilusionante para muchas personas, que han optado por otras ofertas electorales o, en el peor de los casos, por mantenerse al margen de la vida política.

El Partido Popular de Valladolid debe despertar de su letargo. Como parte del Partido Popular que, desde hace más de treinta años, ha sido la casa común del centro-derecha español, el Partido Popular de Valladolid debe recuperar las banderas que un día le hicieron grande y presentarse de nuevo ante la sociedad como lo que es: el buque insignia de la defensa de la dignidad de la persona y de la libertad, en Valladolid y en el conjunto de España.

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Cómo recordó nuestro Presidente, Pablo Casado, en el último Congreso nacional, el mejor modelo de partido se centra en tres acciones que deben acometerse para volver a colocar al Partido Popular en el centro de la vida política vallisoletana. La primera, saber leer lo que ocurre en la calle. Quienes formamos el Partido Popular de Valladolid debemos, por encima de todo, volver a escuchar. Yo, personalmente, trato de hacerlo cada vez que alguien me para por la calle o me llama por teléfono para comentarme un problema. Intento, desde mis muchas limitaciones, empatizar con mi interlocutor, entender su problema y buscar las mejores alternativas para solucionarlo.

La segunda, tener claros los principios ideológicos sobre los que deben construirse las respuestas políticas a esos problemas. Y eso pasa, esencialmente, por dos cosas: afirmar los valores del liberalismo, el conservadurismo y el humanismo cristiano, luchando sin descanso por poner a la persona en el centro de las políticas y por defender su libertad, su propiedad y su patria, y atreverse a dar la batalla cultural frente a la hegemonía de la izquierda, que sólo busca nuestra claudicación. Si olvidamos quiénes somos, los ciudadanos dejarán de reconocernos.

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La tercera, buscar y amar la excelencia; ser capaces de atraer el mucho talento que tenemos entre nuestros militantes de base y simpatizantes y de ponerlo a trabajar en nuestros ideales al servicio del bien común, con ejemplaridad, honestidad y repudiando cualquier atisbo de corrupción. Debemos renunciar a ser sólo un partido de cuadros para convertirnos en una organización capilar, permeable a todas las capas de la sociedad. Debemos premiar el mérito y rechazar la mediocridad. En definitiva, tenemos que tomar en serio que la vida es mucho más que lo que ocurre puertas adentro del partido.

Sobre estos tres ejes, el Partido Popular de Valladolid podrá volver a presentar una oferta atractiva a la sociedad y será nuevamente determinante del futuro de los vallisoletanos. Decía Miguel de Unamuno que hay que procurar más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado. Éste es el reto que hoy tiene el Partido Popular de Valladolid: aprender de sus errores para ser capaz de construir un futuro mejor para todos. Y ese futuro empieza, también para el Partido Popular de Valladolid, hoy.

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