El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. EP

Vamos muy justitos

Carta del director ·

«Llevamos años jugándonos a los dados de actitudes profundamente antidemocráticas el país que van a heredar las nuevas generaciones, que serán las que paguen la factura»

Ángel Ortiz

Valladolid

Domingo, 13 de julio 2025, 08:43

José María Lassalle fue secretario de Estado de Cultura y de Agenda Digital entre 2016 y 2018, en los gobiernos de Mariano Rajoy (PP). En ... un artículo publicado por El País hace unos días, explicaba, en relación con un posible futuro gobierno de Feijóo, qué debería hacer el nuevo presidente: «Ofrecer a la sociedad española una alternativa creíble en una coyuntura de desfondamiento generalizado de la política, pero que no se puede quedar ahí. Debe ir más lejos y aportar más cosas. La principal: saber cómo piensa sacarnos de una situación polarizada que alimenta el populismo y enrarece una atmósfera social que carece de referentes admirables que estabilicen y den sentido a nuestra convivencia democrática. Entender esto es básico. Vivimos en un país que disfruta de una prosperidad y una paz social tan relativas y precarias que hay que decir, también, que están cogidas con alfileres». Y añadía: «Por eso, si Feijóo quiere gobernar España después de ganar unas elecciones, debe comprender que la arquitectura institucional y la organización social del país sufren una peligrosa fatiga de materiales que no admite más tensión en el sistema. Digámoslo así para que se entienda: vamos muy justos como país en casi todo».

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Estoy de acuerdo. Vamos muy justos de convivencia, de tolerancia, de altura en los debates públicos, de diálogo, de horizontes compartidos. Y eso es, a la larga, lo que nos arruina, a pesar de que este verano vayamos a vivir cifras récord de consumo, viajes y juergas colectivas. Que al personal le haya dado por fundirse en un intenso abrazo con todas las teorías que le ayuden a justificar el disfrute del momento presente, sin importar que pasa después, no soluciona ninguno de los problemas estructurales que frenan nuestro progreso social.

La semana pasada, el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) publicaba un estudio sobre tendencias y demandas municipales y autonómicas. El informe se hizo en Castilla y León con mil entrevistas y se personalizó para la ciudad de Valladolid con una muestra de apenas 500 entrevistas. Al margen de una serie de preguntas relacionadas con preferencias políticas y de voto dejadas a medias, es decir, sin las ponderaciones que permitirían deducir un mapa de intención de voto –por lo cual, por tanto, no se entiende muy bien cuál era el propósito del CIS–, la encuesta preguntaba por las iniciativas a escala autonómica y municipal más necesarias para los próximos años. Tres cuestiones concentraban mayoritariamente el interés de los ciudadanos consultados: las relacionadas con la vivienda, las relacionadas con el empleo y las relacionadas con las infraestructuras. Ninguna de las tres se solucionan sin pactos, sin recursos, sin estrategias a largo plazo ni presupuestos. Así, la conclusión más clara es que, como bien apunta Lasalle, o nos ponemos políticamente las pilas como país y le damos la importancia que tienen a cosas como sacar adelante unos presupuestos generales, que no tenemos ni en España ni en Castilla y León, por cierto, cueste lo que cueste; a acordar programas de vivienda y empleo realistas, practicables y útiles; a relegar el sectarismo y la polarización de los discursos institucionales, cosa que los medios de comunicación detectamos y sobre lo que alertamos desde hace mucho tiempo… O le damos la importancia que tienen, digo, o lo que ahora son caos circulatorios en las estaciones y aeropuertos y manifestaciones ciudadanas contra la precariedad general y la escasez de viviendas asequibles en compra o alquiler se convertirán en más radicalidad, en respuestas exaltadas, en opciones que busquen romper con todo.

La responsabilidad de los dos partidos principales es mucho más grande de lo que el cortísimo plazo del cristal de sus expectativas electorales les permite ver. Llevamos años jugándonos a los dados de actitudes profundamente antidemocráticas el país que van a heredar las nuevas generaciones, que serán las que paguen la factura. Si pronto le toca al PP llevar el timón, lo primero que debería hacer no es replicar aumentados los errores del PSOE, sino corregir todo aquello que nos trajo hasta aquí.

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