'Postrealidad' en la vuelta ciclista
Carta del director ·
«La inmensa mayoría, casi siempre pacífica, fue el domingo a ver a los ciclistas y se encontró con un teatro bochornoso para forzarnos otra vez a situarnos en un lado u otro del debate político»Después de lo sucedido el fin de semana pasado en Madrid, en la última etapa de la vuelta ciclista a España, nuestros dirigentes políticos locales ... deberían prepararse para una campaña electoral en Castilla y León a cara de perro. Y probablemente plagada de simplismos y polarización extremos. Porque pocas veces encontraremos mejores prototipos de lo que algunos especialistas ya llaman, superando el concepto límite de 'post verdad', directamente un caso claro de 'post realidad'. ¿Y qué es la 'post realidad'? «Una semi realidad. Es aceptar el mundo real, pero solo bajo la condición de deformarlo, negarlo o vaciarlo de contenido. Es ver la realidad, pero a través de una lente que ya no permite actuar sobre ella con claridad moral o política». O sea, una estafa. Son palabras del filósofo alemán Markus Gabriel. A ver si les suenan en relación con el resto de esta carta.
El delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín, no pestañeó ni un instante el pasado domingo describiendo ante las cámaras aquella soleada tarde en la ciudad. Entrecomillo el fragmento más épico, legendario e inimitable de su intervención, aunque lo interrumpo con pequeñas apostillas de mi cosecha. No me puedo resistir. Es importante que, antes de continuar, el lector haya visto en alguno de los canales que retransmitió el evento deportivo, RTVE por ejemplo, lo fundamental del desarrollo de los hecho,s tanto de ese día como de los precedentes, incluidas las etapas que discurrieron por Valladolid, León y Salamanca.
Francisco Martín: «En Madrid, en los últimos meses no se han asesinado a 65.000 niños, no se ha bombardeado hospitales, no se ha acribillado a niños y niñas. En Madrid no se mata a la gente de hambre». Pues nadie lo diría, teniendo en cuenta cómo a veces juzgan algunas voces al gobierno de Díaz Ayuso. Pero vale, estamos de acuerdo. Eso sí, cuando hay que recurrir a semejante hipérbole, excesiva, saturada de demagogia, es porque la cosa se pone difícil, por no decir imposible de justificar. Sonó como cuando tu hijo adolescente no cierra la tapa del váter, se lo recriminas y replica eso de ni que hubiese matado a alguien…
Sigue el delegado, arrogante: «Donde todo eso está pasando es en Palestina». En efecto, es una barbarie, la ONU ya lo ha calificado de genocidio y merece la repulsa más absoluta. Desde hace muchos meses. Es el terror. Lo que no entiendo es qué tiene que ver todo eso con Madrid ni a cuento de qué la comparación con nuestra capital. Pero Martín nos sitúa rápidamente en su plano de 'post realidad': «En Madrid hoy se ha interrumpido una carrera ciclista». Pues mire no, perdone usted. Lo cierto es que unos centenares de manifestantes radicales reventaron la prueba rompiendo los perímetros de seguridad y las vallas de protección, pusieron en riesgo la seguridad de los agentes, los ciclistas y del público, incluido el que portaba pacíficamente banderas de Palestina. Eso no es una interrupción, eso es 'kale borroka' (conozco bien el modelo) y disturbios violentos, producidos además en un contexto de indudable radicalidad. De pacifismo, poquito. Y de «interrupción», menos.
Reventada, no interrumpida
Él, sin embargo, insiste y nos lo explica: «Y se ha interrumpido porque el pueblo de Madrid ha enviado al mundo un inmenso mensaje de solidaridad, de humanidad y de empatía con el sufrimiento del pueblo palestino. Madrid ha hecho una gran llamada a la reacción de la comunidad internacional. Madrid hoy, como en otros lugares de España estos días, ha sido ejemplo de dignidad enarbolando alto y fuerte la bandera de la paz». Emocionante. Épico. Gigante. Pero mire, tampoco exactamente. Se ha reventado porque es fácil hacer algo así en plena calle con un deporte que vive precisamente de ser el único en el que la elite mundial lo practica al lado del espectador, junto a él en calles, carreteras, puertos y avenidas… Me gustaría ver a Messi correr la banda junto a un tipo en calzoncillos y con un gorro de vikingo. Si hubiese sido un partido de tenis, se hubiese celebrado, como se han celebrado otras competiciones con equipos de Israel estos días. Y, lo más importante, se ha reventado porque un gobierno, incluido su delegado, que debía prever y evitar lo sucedido, lo alentó y lo consintió. El Gobierno pudo recomendar cambios en el trazado, como hizo en Valladolid, o pudo en última instancia impedir el desarrollo de la prueba: no era seguro y había un dispositivo como para una cumbre del G20. Muy al contrario, el Gobierno lo retransmitió a través del canal público, lo patrocinó a través de Correos y Loterías y simuló protegerlo. Pero en realidad lo precipitó y dejó a ciclistas, aficionados y organización colgados.
Después llegó la parte cínica, que aquí no nos privamos de nada. Hay que aguantarse la carcajada: «Desde la solidaridad con los deportistas y aficionados, porque todos queremos a la vuelta, quiero expresar todo mi reconocimiento y agradecimiento a la profesionalidad de los efectivos de la Policía Nacional, la Guardia Civil y hoy también de la Policía Municipal de Madrid, que en un dispositivo conjunto extraordinario han velado por la seguridad de los participantes en el evento y también de quienes legítimamente han decidido salir a las calles a protestar, a pedir que acabe el genocidio y que acabe la barbarie». Muy especialmente por la seguridad de quienes reventaron la prueba. «Un dispositivo extraordinario que ha impedido que ahora estemos hablando de daños personales o materiales significativos en nuestra capital». El dispositivo estaba previsto para dejar hacer y se dejó hacer, a costa de un ridículo galáctico como el que supuso, a la mañana siguiente, ver la improvisada entrega de premios que los propios ciclistas prepararon en el aparcamiento de un hotel en un podio fabricado con neveras. De aurora boreal.
«Ha habido dos detenidos en una jornada que ha congregado a más de 100.000 personas en las calles de Madrid. Y es que, aunque a algunos parece que hubieran preferido otra cosa, la inmensa mayoría de la ciudadanía que hoy se ha echado a nuestras calles lo ha hecho de forma pacífica, ejerciendo sus derechos fundamentales recogidos en nuestra Constitución. Para los que no lo hayan hecho así, actuará la ley». La ley actúa cuando al Gobierno se le antoja, eso lleva quedando claro mucho tiempo. El domingo lo importante no era la ley, que debería proteger el derecho de una competición a celebrarse, con todos sus permisos en regla y amparada incluso por el derecho de no condenar lo que sucede en Gaza, pues precisamente en España la expresión es eso, una libertad y un derecho, no una obligación. Aquí no te encarcelan si no condenas a Israel. Pero qué va.
La inmensa mayoría, casi siempre pacífica, fue a ver a los ciclistas y se encontró con un teatro bochornoso para forzarnos otra vez a situarnos en un lado u otro de este debate político esclerótico, infame, absurdo y cada vez más peligroso que tenemos en España y pronto padeceremos, en forma de campaña electoral, en Castilla y León. Rafael Moyano lo analizaba el martes en una columna en El Mundo: «Eres de los que piensan que la situación en Gaza es insoportable, que algo hay que hacer, que lo que está perpetrando Israel encaja sin discusión en la definición de genocidio. O eres de aquellos a los que les gusta el deporte, defiendes sus valores, crees que es bueno que la sociedad se impregne de ellos. No son dos convicciones comparables; es más, no tienen nada que ver. Lo ocurrido con el final de la Vuelta no puede dejar a nadie indiferente, pero eso no significa que debas elegir bando. O, peor, que defiendas que la razón solo está en uno de ellos». Ambas cosas son compatibles, esa es la verdad que el Gobierno no ha querido defender.
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