Me sobresaltaron ayer unas declaraciones de José Luis Escrivá, ministro de varias parcelas y extraterrestre de vocación, en las que esgrimía que no le consta ... que el Gobierno tenga la intención de confinar al país en breve. Amigo mío: o miente o a usted también se la cuela Pedro Sánchez o, peor: vive en una burbuja opaca. En un ejercicio delirante, el jefe de la Seguridad Social aseveró que los datos del paro que se darán a conocer mañana serán bastante buenos (¡!). La pregunta es tomando como referencia qué indicadores y las capas de maquillaje que se le aplican al enfermo. Conocemos que la recuperación económica durante el tercer trimestre ha sido favorable y el tipo saca pecho, cuando en realidad se debe a la explosión ciudadana de volver a salir a la calle para compensar la obligatoria aunque huera castración a la que se vio sometida. Esto no significa que el vía crucis haya concluido, porque es un hecho que los datos anuales devendrán en desaliento. Un estudio frenopático vendría a cuento para evaluar el estado de algunos gobernantes.
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Hay quien parece que se ha enajenado, aturdido por la necesidad. Canarias ha saludado con fervor la decisión de Angela Merkel de permitir a sus compatriotas viajar a las islas, arguyendo que están libres de peligro. La realidad es que, de un modo espurio, lo que ha promovido el Gobierno germano es que los amantes del jolgorio abandonen el país durante unos días y vayan a contagiar a otra parte. Incomible, enternecedor y una afrenta contra quienes aún conservan cierto grado de inteligencia. El país va a ser confinado en breve. El presidente Sánchez lo sabe. Es un sacrificio vital. Reza en el Talmud: «Quien salva una vida, salva al mundo entero».
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