Ciudadano Prevost Martínez

La nueva cabeza de la Iglesia Católica, guía en todo el mundo de la fe de 1400 creyentes e inspiradora del pensamiento de muchos más, es matemático. Si los algoritmos de la IA de Google no me han fallado, se trata del segundo Papa matemático de la Historia (después del erudito que introdujo el cálculo decimal islámico en Occidente, Sivestre II, en la frontera del primer milenio, allá por el 999). León XIV es, por tanto, buen conocedor de la compleja álgebra del espíritu. Y también el primer Papa con doble nacionalidad de la Historia, uniendo el Continente Americano, Estados Unidos y Perú, la lengua inglesa y la española, el Norte y el Sur. Todo un símbolo. Pero sobre todo ha sido un hombre de confianza del Papa Francisco, que lo trajo a su lado hace pocos años. Los sutiles mensajes del Espíritu Santo a Sus Eminencias en el Cónclave es posible que tuvieran algo que ver con esto.

¿Razonable continuidad respecto de la trayectoria de Francisco, o cambio, giro significativo? Es la pregunta que todos, creyentes religiosos y no creyentes, nos hicimos en las democracias occidentales después de fallecer el gran ciudadano Bergoglio. Reconociendo la importancia del liderazgo ético mundial que tiene el Jefe del Estado Vaticano. Las palabras que ha pronunciado estos días (saludos, homilías, discurso ante el Colegio Cardenalicio y reunión con los medios de comunicación), junto con el lenguaje no verbal por el modo de vestir que ha elegido, pueden interpretarse como signos de una continuidad singular, propia. Contenidos e ideas en línea con el Papa Francisco, unas formas y liturgias más tradicionales o conservadoras, y una metodología de unidad dentro de la Iglesia (la gran crítica que se ha hecho a Bergoglio) más consensuada y negociada. Su llamamiento, claro y directo, a una paz justa en Ucrania y a un alto el fuego en Gaza ya permitiría apodarle 'El Pacifista'. Estas son algunas de sus primeras palabras: «¡La paz sea con vosotros! […] También quisiera dirigirme a los poderosos del mundo, repitiendo el llamado siempre vigente: 'nunca más guerra'».

«El Papa, desde san Pedro hasta mí, su indigno sucesor, es un humilde siervo de Dios y de los hermanos, y nada más que esto. Lo han demostrado bien los ejemplos de muchos de mis predecesores, como el del Papa Francisco mismo, con su estilo de total dedicación al servicio y de sobria esencialidad de vida […] Y a este propósito, quisiera que renováramos juntos, hoy, nuestra plena adhesión a ese camino, a la vía que desde hace ya decenios la Iglesia universal está recorriendo tras las huellas del Concilio Vaticano II».

«Pensé tomar el nombre de León XIV. Hay varias razones, pero la principal es porque el Papa León XIII, con la histórica Encíclica Rerum novarum, afrontó la cuestión social en el contexto de la primera gran revolución industrial y hoy la Iglesia ofrece a todos, su patrimonio de doctrina social para responder a otra revolución industrial y a los desarrollos de la inteligencia artificial, que comportan nuevos desafíos en la defensa de la dignidad humana, de la justicia y el trabajo».

«Yo haré por ti todo cuanto mis fuerzas alcanzaren, porque soy católico cristiano y amigo de hacer bien a todo el mundo, que para esto tomé la orden de la caballería andante que profeso, cuyo ejercicio aun hasta hacer bien a las ánimas de purgatorio se estiende».

No, esto último no lo ha dicho León XIV, claro, lo dice Don Quijote (Q.II,48). Pero seguro que el ciudadano Prevost Martínez, como antes Bergoglio, conseguirá ser un pacífico y diplomático caballero andante.