Centralidad política
Excelente como todos los anteriores el último coloquio entre Felipe González y José María Aznar en la entrega hace unos días de las Medallas de Honor del Consejo Empresarial Alianza por Iberoamérica
Excelente como todos los anteriores el último coloquio entre Felipe González y José María Aznar en la entrega hace unos días de las Medallas de ... Honor del Consejo Empresarial Alianza por Iberoamérica (CEAPI). Estos diálogos entre los dos veteranos políticos, un socialdemócrata y un conservador presidentes del Gobierno de España, se han convertido en un clásico, en una Cátedra de la mejor pedagogía política. El tipo de pedagogía que en estos momentos de rígida polarización resulta más necesaria.
El impacto social de los coloquios es grande, difundidos por los medios de comunicación y en vídeo a través de Internet. El conocimiento político de ambos expresidentes, el nivel de los análisis, las formas, el buen tono, incluso el sentido del humor, les otorgan en los tiempos que vivimos una clara importancia histórica. Son un ejercicio práctico de tolerancia política basado en los mejores valores democráticos. La voluntad de concordia, entendimiento y respeto por el otro, por quien no piensa como nosotros. Su primer y fundamental objetivo es la convivencia pacífica, constructiva. El 'espíritu' de la Transición sigue vivo en Aznar y en Felipe Gonzalez. Y como ocurrió con esa admirable etapa de la Historia de España, es probable que sus diálogos pronto sean objeto de estudio en las Facultades de Ciencias Políticas.
Felipe González volvió a recordar un concepto que tanto él como Aznar vienen defendiendo desde hace años. Desde que coincidieron en que España políticamente no va por buen camino. Si las élites de los partidos se empeñan en llevar a la sociedad por ese camino, podemos encontrarnos con situaciones de alto riesgo. La discordia y la confrontación constantes, la falta de respeto, los insultos, la polarización ideológica intolerante, la falta de acuerdos de Estado, la continua crispación, la destrucción política del adversario, nunca llevan a buen puerto. En España esto lo conocemos muy bien porque ha ocurrido históricamente en varias ocasiones a lo largo de los siglos XIX y XX. Los ingenuos que creen que la Historia no puede repetirse, en efecto son muy ingenuos.
El concepto clave que defienden Felipe González y Aznar es el de «centralidad política». Felipe matizaba que no es lo mismo que 'el centro'. Es un planteamiento más amplio. Dijo: «La democracia vive en un gran espacio de centralidad […] La centralidad define la convivencia democrática». Y Aznar añadió que este espacio pudimos alcanzarlo en España porque hubo españoles que decidieron: «Vamos a aceptarnos unos a otros». En la centralidad caben opciones ideológicas moderadas de izquierda y de derecha, además de las liberales más centristas. Las ideologías radicales de extrema izquierda y de extrema derecha no forman parte de la centralidad. El espacio o 'cultura' de centralidad ha sido necesario para poder construir la Europa civilizada y social de los últimos 80 años. La actual Europa de los valores ha surgido por oposición al extremismo ideológico.
El mayor riesgo para una sociedad democrática es normalizar los extremos ideológicos. Normalizar el extremismo, el populismo que supuestamente quiere salvar a esa sociedad, es el primer paso de un proceso sociológico que no suele tener vuelta atrás. Primero se normaliza, y después en pocos años se hace predominante. La normalización social de los extremos ideológicos es una gran equivocación. Así empezó Europa hace un siglo. Que tengan cabida en los Parlamentos democráticos es una cosa, pero normalizarlos otra muy distinta. Los extremos no son normales. Cuanto más disminuyan en Europa y en España, mejor.
En coloquio entre amigos, Don Quijote, el cura y el barbero «de tal manera renovaron la república, que no pareció sino que la habían puesto en una fragua y sacado otra de la que pusieron» (Q.II,1). Ojalá que la mayoría de ciudadanos europeos y españoles nunca considere normal la fragua de los extremos ideológicos, porque esto querrá decir que la mayoría se habrá vuelto extremista.
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