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Un grupo de alumnos atiende a su profesora con una tableta. David Fuentes
Míster Cipriano

Atentos a sus pantallas

«Tienen a media población polemizando sobre lo digital en la enseñanza cuando, quizá, deberían dialogar sobre una ley educativa que prima la supuesta felicidad y el aprobado sobre el aprendizaje»

Alfonso Niño

Valladolid

Jueves, 11 de septiembre 2025, 08:21

Apenas llevamos tres días de curso y Severino tiene seis recados de familias en su correo. Que qué va a pasar con las pantallas este año, ... que son horribles, nefandas, un lastre, un horror. Diríase que el mismísimo Lucifer hubiera surgido y se hubiese materializado en cristal líquido, vidrio polarizado y electrodos para llevar a la humanidad al abismo. Así que el viejo director, en el ejercicio de su cargo, ha procedido a redactar una circular que contestará el envite. El problema es que sospecha que no dejará conforme a nadie. Esto sucede porque, por norma general, todo es bueno o malo en función del uso que se le dé, pero hay una corriente pública aborreciendo el empleo de recursos digitales en las aulas que ríase usted del tsunami aquel de 'Lo imposible'.

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Severino escribe e intenta exponer el método, que lo audiovisual y las pantallas son un medio para un fin y no una constante, que a veces una imagen vale más que mil palabras y que vivimos en un entorno plagado de monitores. Trata de reproducir, con brevedad, un ejemplo del que se sirve en clase y que muestra el beneficio concreto de esta técnica. Cuando explica lo diminuto que es nuestro planeta en relación con otros astros del sistema solar o el universo conocido, podría estar aclarando diez minutos sus diferencias y quedaría como un dato más que apuntar. En cambio, con un vídeo de sesenta segundos escasos en el que aparece lo grande que es la Tierra respecto a la Luna o Mercurio y lo minúscula que resulta en comparación con Júpiter o el Sol, se produce un impacto que tiene a la chavalada gritando de asombro por la cagadita de mosca que somos en la grandeza del cosmos. Y eso se recuerda.

Insiste en que la tecnología se aprovecha una vez explicado el contenido y como apoyo. Trata de hacer ver a los preocupados progenitores que poner una película para entretener no tiene sentido escolar cuando se puede dibujar o escribir una historia. No obstante, mostrar en un momento dado escenas de 'Titanic' para explicar las migraciones europeas hacia América a principios del siglo XX, sirve. Quiere añadir que es igual de válido que memorizar los usos y costumbres de los distintos pobladores peninsulares, desde la batalla de Guadalete hasta la de Las Navas de Tolosa, para entender nuestra herencia cultural, pero percibe que se está metiendo en otro jardín con lo de recordar, que también está denostado en estos días inciertos, y lo omite.

Pretende acabar redundando en que la grandeza reside en entender dónde y cuándo las cosas son útiles, asumir que el abuso de cualquier recurso puede lograr el efecto contrario al buscado y, en cambio, acudir a un instrumento en situaciones puntuales es enriquecedor. Mientras teclea, se acuerda de aquella visita al colegio en la que una pareja le preguntó qué técnica educativa de apellido rimbombante se utilizaba. Él contestó que todas y ninguna en particular, que cada cual donde fuera más interesante de aplicar. Ambos le dirigieron sonrisas de medio lado por no atender al milagro que un pedagogo con cuenta en Instagram designaba como imprescindible. Curiosamente, ese par firma uno de los correos que está contestando.

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Severino termina, se despide con educación y deseando un curso estupendo. Al cerrar su portátil, se le ocurre que también cabría comentar que tienen a media población polemizando sobre lo digital en la enseñanza cuando, quizá, deberían dialogar sobre una ley educativa que prima la supuesta felicidad y el aprobado sobre el aprendizaje, la mejoría y el esfuerzo. Supone que eso tocará si algún día se abordan los jaleos derivados de tener teléfono móvil propio de alta gama con doce risueños años y usarlo, sin control paterno, para poner a escurrir al chiquillo del grupo con más granos en la frente. Eso sí, luego acuden a Severino para que determine cómo actuar, prevenir y establecer las medidas adecuadas ante una situación generada en casita. El hombre enciende el televisor y un rótulo le sorprende: «permanezcan atentos a sus pantallas». Masculla un «¿En qué quedamos?» antes de apagar e irse a leer.

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