Qué es el amor

Como no va a haber una respuesta que satisfaga al total de los lectores ni son tiempos en los que la mayoría arrime el hombro para ponerse de acuerdo, doy mi tesis, usted apura su café, pasa la página y sigue a lo de todos los días. Allá voy.

Es lo que no se busca desesperadamente, pero se encuentra de modo afortunado (gran parte de las veces). Lo que llena los huecos que deja el simple cariño. La bebida efervescente que, aunque pierda el gas inicial tras un tiempo abierta, conserva un sabor tan agradable que no deseas probar otra. El camino pedregoso que, tras tantas ocasiones recorrido, se ha convertido en un sendero cercano y amable.

A todo esto: ¿por qué hay que encorsetarlo a una definición? Explicar lo que es evidente cuando se vive, bajar al sótano de las palabras lo que cuesta interpretar con un diccionario completo y todo el tiempo del mundo. Supongo que estarán pensando que si no tenía argumentos para este artículo, mejor que no lo hubiera publicado. Pero uno es obstinado y le gusta el reto. Así que a ver si consigo salir del trance.

Miren, amor, en el 91, fue pasar de los Ramones por ir a ver a Modestia Aparte en el polideportivo Huerta del Rey porque la chavala en cuestión no soportaba la música alta y los cueros con cremallera. Fue acudir al estreno de Pretty Woman al Lope de Vega vestido con las mejores galas y aguantar toda la peli sin beso porque Julia Roberts decía que, en la boquita, no. Ahora es aprender qué narices es el plumeti (no pregunten) o distinguir un cuello Perkins de uno vuelto (¿son conscientes de cuántos tipos hay?). Es ir a ver un ballet interminable mientras juega el Real Valladolid y escaparte al baño en el descanso a hurtadillas para mirar el resultado (y volver a la butaca cabreado por la acostumbrada debacle). Es asumir que el brazo que abraza se duerme (y duele) y que el hueco de tu pecho tiene la forma ergonómica perfecta para que ella se acomode y duerma una siesta de dos puñeteras horas y media.

También es gastar lo que nunca sospechaste en flores porque la cara que pone al llegar a casa y ver tulipanes es la de la felicidad. Es admirar absoluta e indefectiblemente todos los cuadros del museo Thyssen a pesar de estar por dentro maldiciendo el arte flamenco desde la segunda planta y el quincuagésimo tercer retablo. Es buscar sitios originales (y carísimos) para desayunar porque coincidís en que es un lujo asequible hacerlo fuera (aunque a ti te valga con un mixto, un croissant y un café con leche y ella se pirre por los huevos poché, la fruta recién cortada, el embutido ibérico y una copita de champán).

Igualmente, amor es que vea películas de Marvel y se quede sin rechistar hasta las escenas postcréditos aunque se pirre por Wes Anderson y las historias de personajes sesudos. Es que lea a Gellida por tu recomendación aun siendo demasiado sensible para tanto asesinato y tortura. Es entender (y no asumir) que va a llegar tarde SIEMPRE, que se asusta con los dinosaurios, que llora cuando ve el castillo de Disney, que se va a aprender todas las infames canciones que pueblan Los 40, que prefiere una sopa caliente al marisco más imperial o que come carne como si fuera uno de los protagonistas de La sociedad de la nieve. Y, pese a todo eso, que siempre compense un día más a su lado.

Oigan, se me acaba el espacio y a ustedes el café. Les resumo: busquen a alguien así y ya se ocupará esa persona de responderles a la pregunta de arriba del todo.