

Secciones
Servicios
Destacamos
Mañana va a ser el primer Día de la Madre sin mi madre, que falleció el verano pasado. Cuando pierdes a alguien muy cercano, te ... suelen repetir con buena intención que, superado un cierto número de años, es natural morirse. No saben lo que dicen: mi madre era cien veces más importante que Madame Curie y Virginia Woolf juntas, y eso que apenas pudo ir al colegio cuando era niña porque nadie la despertaba a tiempo.
Su vida tuvo mucho de novela picaresca en el contexto miserable y deprimente de la posguerra española y los no menos deprimentes años posteriores. Como muchas otras personas, formó parte del éxodo rural hacia las grandes ciudades. En su situación, la decisión era muy fácil: en su pequeño pueblo palentino no tenía nada de nada, a pesar de lo cual ella siempre lo recordó con cariño y regresó de visita en múltiples ocasiones, pasando por alto los malos recuerdos. Yo, en su lugar, habría vuelto únicamente para bombardearlo con napalm desde un helicóptero.
Mi madre emigró a Valladolid como podía haber emigrado a Bilbao o a Alemania. Limpió casas, fregó suelos, durante décadas se levantó a las cinco de la mañana y, en la última etapa de su vida laboral, consiguió una plaza de ordenanza (otra hazaña más). Aparte de eso, nos sacó adelante a mis tres hermanas y a mí, prácticamente en solitario, porque mi madre se casó como la gente se casaba antes: un poco a lo tonto. Esa combinación de mujer resolutiva y hombre lamentable se ha dado mucho en este país; yo, en mi círculo de amigos de mi generación, conozco varios casos.
Ahora está de moda hablar de los horrores infernales de la maternidad. Hay libros y películas y hasta camisetas que proclaman que tener hijos te arruina la vida. No reivindico aquí, ni mucho menos, esa figura de madre abnegada, obligada a renunciar a su realización individual, pero sí digo que a veces eliges unas circunstancias y otras veces las circunstancias te caen encima y entonces se requiere una energía inagotable para no rendirse. Cuando yo ya he sido una persona madura, consciente de lo complicado que es todo, y he repasado retrospectivamente la trayectoria de mi madre, he llegado a una conclusión científica: mi madre obraba milagros.
No me cabe en la cabeza que, en esta ciudad, a cualquier alcalde mediocre le acaben dedicando una calle o una rotonda y que en ningún rinconcillo se rinda homenaje (con una placa, un azulejo, un algo) a todas esas mujeres luchadoras y pioneras de tantas cosas que, desde su modestia, hacían el mundo girar.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.